Omar García Harfuch, el secretario de Seguridad Pública de la presidenta Sheinbaum, ofreció encabezar la institución valiéndose de los recursos de la inteligencia policial, aunque está rodeado de puros militares. Desde luego que es muy temprano para exigir resultados, pero es más que obvio que hasta ahora no ha ofrecido algo que se pueda ver en abono de una estrategia que se despida de la consigna de abrazos y no balazos.
Es muy importante que pongamos bajo observación lo que suceda en esta dependencia y la actuación de quien la encabeza porque desde esta región de México hay mucho qué decir. Juárez figura entre las ciudades más violentas, algunos afirman del mundo, pero baste decir que del país, aquí ha corrido mucha sangre particularmente durante la guerra calderonista al narcotráfico, se ha padecido la ineficaz experiencia de la intervención militar y se encuentra en un abandono que no se corresponde con su importancia estratégica y demográfica.
Pero en medio del dolor y los ríos de sangre, también es conveniente decir que existen dos o tres clanes empresariales que a río revuelto han acrecentado sus ganancias exponencialmente, por ejemplo el grupo que encabeza Alejandra de la Vega que ocupara un lugar preponderante en el gobierno de Javier Corral Jurado.
En Ciudad Juárez se pondrá a prueba si Omar García Harfuch honra su palabra convirtiéndola en hechos porque vamos para dos décadas en la que hemos visto el fracaso de todos, de tal manera que es válido que se escuchen con escepticismo las ofertas que nos propone García Harfuch y no solo porque se trate de estadísticas fácilmente corroborables sino porque se ha vivido en medio de una guerra despiadada y sin fin.
Cuando se examina la personalidad y las capacidades del funcionario de marras, es frecuente que se diga que es una persona agradable, joven, hijo y nieto de militares de alto rango, que salvó su vida de un atentado y por tanto que sabe lo que es padecer en carne propia la violencia.
Pero también se habla de que tuvo éxitos en la Ciudad de México que pueden ser replicados, pero recordemos que esta ciudad no es la república con un territorio de 2 millones de kilómetros cuadrados, amplios litorales al este y al oeste y tres porosas fronteras.
También se le ha involucrado sin explicación plausible en la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. Hay quienes afirman que no es de las simpatías de López Obrador y que le será difícil lidiar con los militares a los que les importa un bledo el abuelo y el padre del funcionario. Por si eso fuera poco, la fuerza policial y militar de que en principio se supone está dotado, pasa por el cerrado tamiz de la SEDENA y un jefe militar de la Guardia Nacional que jerárquicamente le puede ser no colaborador y hasta hostil. Todo esto se irá valorando en los próximos meses, y depende también del resultado presidencial de Norteamérica, pero insisto hacerlo desde Ciudad Juárez es someter a García Harfuch a la prueba del ácido, de un ácido sumamente corrosivo.
De Chihuahua se ha retirado el ejército con deshonra, lo que hace el estado en este gobierno de María Eugenia Campos lejos está de tener justificación sustancial alguna, baste decir que su torre Centinela es una pifia en la ciudad fronteriza y probablemente un buen negocio. Gilberto Loya, el secretario de Seguridad Pública local es un inepto y tiene vida paralela con García Harfuch pues trató de replicar su experiencia en el municipio de la capital a todo el estado y los resultados están a la vista.
Hoy más que inteligencia, vemos acciones de guerra en Sinaloa, altamente preocupante, el Bajío arde y Chiapas es explosivo, en esas regiones por lo menos se podrá ver, al igual que en Juárez si se va a dar un punto de inflexión en todo este ciclo de violencia que padecemos.
Escéptico que soy, dudo que Omar García Harfuch tenga éxito, en un marco de respeto a los derechos humanos. Al tiempo.