Columna

Juan Ramón De la Fuente, un diplomático sin diplomacia

En esta columna he acusado insistentemente de un déficit de los gobiernos morenistas en materia de política exterior, bochornoso cuando López Obrador era presidente, y ahora de dar vergüenza con la declaración del canciller Juan Ramón De la Fuente, quien afirma que la ONU debe adoptar los principios de la Cuarta Transformación.

Leyó usted bien. Esta declaración fue recogida en medios el fin de semana en el Instituto Mora de la Ciudad de México, donde se celebró el Diálogo Multiactor, hacia la construcción del Marco de Cooperación de la ONU. Como se acostumbra decir, si viviera José María Luis Mora, el padre del liberalismo mexicano, se estaría retorciendo en su tumba.

Pienso que si Marcelo Ebrard propuso que se creara la Secretaría de Estado de la Cuarta Transformación, el canciller no quiso quedarse atrás proponiendo que la ONU se convierta al estrecho morenismo.

¿De qué se trata? Aparte de banalizar la política exterior, sin duda estamos en presencia de un vil acto de lambisconería, de quedar bien con la jefa, de profesar la fe del carbonero para que no haya la menor suspicacia de que la lealtad personal está presente de manera indubitable.

Si esta declaración trasciende y se lee en otros países –dudo que así ocurra– se estarán riéndose del despropósito de una cancillería que se muestra con una estrechez de miras frente a los retos verdaderos de un mundo que exige rigor y seriedad para encarar a los imperialismos que se disputan hoy el mundo.

Lejos estoy de pensar que los estados miembros de la ONU carezcan de aportes para la orientación de los organismos mundiales. En esta circunstancia, por ejemplo, los auténticos representantes de la nación palestina podrían proponer un pronunciamiento contra Israel por negar, en los hechos, el genocidio del que han sido objeto a manos del nazismo. Igual podrían hacer los sudafricanos al mostrar cómo el Apartheid tuvo que caer por racista y discriminatoria. Y así podría enumerar más ejemplos.

Pero en tiempos en los que la realidad desmiente el supuestamente sacrosanto triple propósito de no mentir, no robar y no traicionar de los morenistas, resulta toda una burla si observamos hechos como el escándalo internacional del huachicol; la colusión de los gobernantes; del exgobernador de Tabasco, Adán Augusto López y su subordinado Hernán Bermúdez, hoy prófugo de la justicia por corrupción política y delitos de corte internacional, por citar algunos casos.

México sí tiene qué aportar a la comunidad internacional, pero esto está ausente hoy de nuestra política exterior, y lo que se hace desde la Cancillería es bochornoso y corre en paralelo con la grotesca idea del Doctor Simi (Víctor González) de pretender distinciones internacionales que no están a su alcance, como el Nobel de la Paz.

En la crisis actual con los Estados Unidos, cada vez va despejándose la incógnita de que Juan Ramón De la Fuente probablemente no puede –y tampoco quiere–, lo que es imperdonable, dado los complejos problemas que reporta el país, en particular en sus relaciones con Estados Unidos.

El planteamiento del exrector de la UNAM me recordó aquellos momentos en los que Luis Echeverría Álvarez pensaba que al dejar la Presidencia de la república en 1976, la comunidad internacional lo haría secretario general del importante organismo mundial. Pero en aquellos tiempos Echeverría al menos propuso la Carta de los Deberes y Derechos de los Estados, documento que sigue vigente.

El “maldito viejo régimen” al que ahora se imita, tenía más inteligencia para desenvolverse en la comunidad internacional.

Pero hoy de lo que se trata es de ensalzar, abyectamente, a un régimen que está hoy, más que nunca, en entredicho, si lo contrastamos con su misma palabrería.

Juan Ramón De la Fuente ni diplomático parece.