Si usted es de las personas que cree en los presagios, qué de cosas pudo haberse imaginado con la mega bandera nacional destrozada por un helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana el pasado fin se semana. ¿Metáfora de un desastre?
El incidente ocurrió en el Campo Militar 1-A durante una inusitada exhibición de lucha libre organizada por la milicia en ese icónico lugar, con una todavía más atípica asociación con la llamada Triple AAA en la que, afortunadamente, no hubo daños humanos qué lamentar de entre las 8 mil personas que, se dijo, asistieron al espectáculo.
Quisiera corregir lo de “atípico”, porque en realidad las fuerzas armadas durante este sexenio que agoniza han cobrado una relevancia ya típica como nunca antes se había visto en la historia de un gobierno civil en México. El Ejército ya es administrador y operador de aeropuertos, empresas de aviación, de trenes, de puertos costeros y de embarque, de asuntos de seguridad pública y fronteriza, y lo que venga después.
El referido campo militar tal vez intenta suavizar su imagen ante la población, ya que de cuando en cuando es objeto de protestas por parte de parientes y seguidores de esa afrenta conocida como los 43 de Ayotzinapa, un caso que tampoco ha podido resolver la Cuatroté.
A como vamos, no le resulte a usted extraño que un buen día de la continuidad lopezobradorista nos amanezcamos con el Circo Sedena Hermanos, porque los malabaristas, funambulistas, contorsionistas, magos y payasos ya los tienen, y provienen del PRI, del PAN, del PRD, de los evangelistas a sueldo y de todos aquellos que, gracias a la imposición de manos del gran líder, se han purificado y han conquistado embajadas, cargos clave en el sindicalismo, en el gabinete y en los poderes que conforman el Estado nacional.
Y así es como llegamos al 5 de febrero…