Toda la estrategia comunicacional del gobierno de Maru Campos en torno a la ejecución de José Noriel Portillo, “El Chueco”, fracasó. Y lo que se quiso presentar como un éxito o triunfo de las fuerzas policiacas, cayó por tierra, porque, entre otras cosas, constituye una descarada defensa o apología del delito, en este caso privar de la vida a una pieza clave del crimen que hubiera sido mejor sentar en el banquillo de los acusados, procesarlo penalmente e imponerle la pena que correspondiera.

En el centro de ese fracaso está la declaración del provincial de la Compañía de Jesús en la Ciudad de México, Luis Gerardo Moro, quien afirmó: “Ante la confirmación científica de identificación del responsable de los asesinatos de nuestros hermanos jesuitas, Javier y Joaquín, reiteramos que estos hechos no representan la justicia tan anhelada (…). A los jesuitas no nos mueve el ánimo de venganza, sino de justicia debida”.

Más claro, ni el agua; y como dice el refrán, para los católicos Maru, Jáuregui y Loya, no hay peor astilla que la del mismo palo.