Ahora que se autodemostró, por enésima ocasión, que el PRI padece una enfermedad degenerativa e incurable, me recordé del edificio a la impunidad que está en sus oficinas centrales en la colonia Dale. Una edificación que fue hecha con recursos públicos y pensando en una larguísima vida en el poder, que se hizo arbitrariamente, apoderándose incluso de espacios públicos, debe ser objeto de una acción pública con la finalidad de recuperar ese patrimonio para Chihuahua.

No creo que el gobierno actual intente hacerlo ya que comparten en una especie de condominio el poder público en el estado y, además, por el buen entendimiento que hay con el tirano Duarte.

En estas oficinas de la colonia Dale ni remotamente se ve el movimiento que el PRI tuvo cuando se encontraba en la calle Pacheco, que mucho tiempo fue un hotel de paso y prostitución a la altura misma de ese que se ostentaba como el partido invencible. El recuerdo es exclusivamente para refrescar la memoria de un agravio que cobra calidad de monumento a la impunidad.

Quizá el castigo inmediato que recibirán los priistas es que en semejante casota convergen en la soledad Graciela Ortiz la cacique y su Alejandro minimus.