Duarte, el hombre que nunca cambió
En otras circunstancias parecería un asunto fútil, carente de importancia, de la cotidianidad ordinaria. Pero tratándose del reciente onomástico de César Duarte, se convierte en prueba irrebatible de una terquedad improductiva y de un desprecio profundo por la sociedad, los ciudadanos y, si me apuran un poco, de sí mismo. La relación del cacique local con el cantautor Juan Gabriel, más allá de las razones y sinrazones a las críticas que dio origen, fue motivo para que en el imaginario colectivo crecieran vertiginosamente la mofa por el gobernante. Cualquiera con dos dedos de frente hubiera enmendado la fuente de un malestar de proporciones gigantes, pero Duarte no está ahí; pareciera que a él el lema que lo guía es: si no le gusta a mi pueblo, más lo hago pa’ que se les quite. Ya para despedirse del cargo que estimó eterno, simula su festejo –cumpleaños– rodeado de cantantes pero especialmente del michoacano Juanga que cobró carta de ciudadanía en Ciudad Juárez. Para que se les quite. También estuvo Pablo Montero y la cantante Yuridia, todo esto si nos atenemos a las filtraciones que se dieron a través de columnas políticas. La pompa de ayer se convirtió en morigerada fiesta; incluso se adjudica la celebración a la iniciativa de la consorte del cacique. Quién lo sabe. El fondo es que las formas aquí se convierten en la piedra de toque para definir una arrogancia sexenal, que no quiso ceder ni un centímetro a las críticas y señalamientos adversos, porque aquí en Chihuahua los únicos chicharrones que truenan son los que se cocinan en el perol del palacio.
Duarte pasará a la historia como el hombre que nunca cambió, el obstinado en el error, en el soberbio que se creyó sus propias palabras de que el poder es para poder y no para no poder, desentendiéndose de que hay ciclos constitucionales y toda una cultura de muerto el rey, viva el rey. Allá cada quien con su talante, que el de la persona que me ocupa, con este hecho lo único que hace es poner la cereza en el pastel en el escándalo Juan Gabriel.
Pero la reunión laudatoria no transcurrió estrictamente en familia, también estuvieron, según las columnas a las que ahora no desmiento, los beneficiarios del sexenio, algunos sus cómplices en la corrupción: encabezan la lista Jaime Galván y Lico Duarte (aspirante a propietario de la vieja Unión Ganadera Regional), los Eugenios Baeza, padre e hijo; el cosmetólogo en materia de seguridad, Luis Lara, y otros que no viene al caso mencionar.
Como siempre, a pesar del sarao, que quién sabe quién lo pago, o si lo pago por adelantado hace mucho, el boletín de prensa no escatimó la consabida frase de “celebra el gobernador su cumpleaños trabajando”. Seguramente no para los chihuahuenses, sino para él.