Las espuelas de Doroteo Zapata ya no suenan, sus filos cortan muy poco y se clavan menos. Pero como la Puerta de Alcalá: ahí están viendo pasar el tiempo.
Monta un jamelgo que difícilmente se sostiene en pie y no soporta su peso y el de su familia, ahí no hay peso neto, con el bruto basta.
Pero, no lo perdamos de vista, el lastre mayor es que las alforjas pesan mucho. La venta de los contratos colectivos, cochupos con los gobiernos de todo color, usurpan servicios públicos, han engordado tanto que solo compite con nuevos ricos del tipo de Rubén Aguilar Jiménez, el de El Pasito Mall.
El charrismo sindical es una cárcel corporativa de los trabajadores asalariados que impide el ejercicio de sus derechos. Un mal que lo mismo han apapachado los del PRI, los del PAN y los de MORENA con su ícono Napoleón Gómez Urrutia el ratero y encuera mineros.
Al charro Doroteo Zapata, con todo y sus más de 40 años en la Secretaría General lo fusilarían Villa y Emiliano por deshonrar sus nombres y además, por feo, pero esto es discriminación y lo retiro.