Columna

Donald Trump-Maru Campos: la santa alianza

Sí, es santa, porque obedece al efecto de compartir un mismo espíritu conservador. Ayer, según informan agencias periodísticas, Donald Trump propuso castigar a las mujeres que abortan. Dijo: “Se debe prohibir, debe haber alguna forma de castigo; hace falta un castigo”. Se trata del mismo discurso que se puede reproducir lo mismo en España que en las Filipinas, que en México o los Estados Unidos. A esa internacional política pertenece María Eugenia Campos Galván, candidata panista a la alcaldía de Chihuahua y, militantemente, su suplente Margarita Blackaller, que el día de hoy publica en el periódico El Heraldo de Chihuahua una declaración que no deja lugar a dudas: “En temas como el aborto, mi postura es como defensora de la vida, sobre todo de personas que están indefensas y no pueden valerse por sí mismas”. En todo esto hasta el lenguaje juega en favor de los prejuicios: aborto es una palabra fuerte y satanizada que ha sido sustituida por conceptos tales como salud reproductiva o interrupción legal del embarazo, pero la derecha insiste en seguir manejando el viejo lenguaje, confundir conceptos como persona y dignidad que tienen validez pero no pertinencia para entender el tema que me ocupa.

No tengo ningún problema en tolerar y respetar la diversidad de opiniones que puede haber en la sociedad, pero de igual manera y con mayor fuerza estoy a favor de que se cumpla escrupulosamente con las leyes y normas vigentes en el país, y ellas permiten, de manera legal, interrumpir un embarazo en hipótesis específicamente configuradas. Incluso hay una norma que dispone que los servicios estatales de salud deben aplicar procedimientos médicos seguros para ello, exonerando como objetores de conciencia a médicos y enfermeras a los que sus convicciones y éticas se los impide.

El tema da para saber a ciencia cierta quiénes se comprometen con el Estado de derecho y quiénes están en su contra, en un asunto trascendente en la vida concreta y específica de las mujeres. En otras palabras, quiénes quieren hacer prevalecer sus convicciones por encima de sus responsabilidades públicas, cuando las tienen o cuando aspiran a tenerlas. No es poca cosa, y confundir este tema, mezclándolo con la religión, es inocultablemente un paso atrás.

No extraña, pues, que las candidatas panistas sean las discípulas de Donald Trump en estas tierras que tanto necesitan del respeto a la ley. Quizá la única diferencia sea que el candidato republicano sólo tenga un largo y artificioso rubio copete y la candidata chihuahuense una blonda y natural cabellera.

 

Una bicicleta para la angustia

La bici
La bici.

Recientemente un feroz priísta, burócrata por costumbre, fue despojado de su lujosa bicicleta. Los que lo conocen y lo aprecian se dolieron por él ya que había perdido lo único que tenía, mas luego la recuperó y ahora ya es lo que es: su bicicleta, un tema filosófico que daría para una profunda reflexión sobre la esencia y la existencia. Pero el espécimen no vale la pena, menos por ser una simple extensión de un aparatejo con dos ruedas.

 

 

 

Mucho edificio, poca transparencia

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Nuevo edificio del ICHITAIP. Viejos vicios.

Estrenó el Instituto Chihuahuense para la Transparencia y Acceso a la Información Pública (ICHITAIP) su propio edificio. Realmente es lo único de mediana valía que tiene, porque no sirve prácticamente para nada, menos bajo la jefatura de Enrique Medina Reyes, un protegido más del duartismo en razón del paisanaje. Mucho edificio, poca transparencia. Ya nada más falta que el presidente del ICHITAIP reproduzca la anécdota de su pariente Chagüito Medina en Parral y crea que desde ahí podrá ver todo el mundo.