Está en marcha una justificada campaña contra Teresa Ortuño Gurza, directora de los colegios de bachilleres en el estado. La razón es de sobra conocida, y no de ahora, sino de larga data: el ejercicio de sus convicciones religiosas antes que el cumplimiento de lo que disponen las leyes. Confunde el púlpito con la función pública de manera sostenida y desafiante. En el espectro político se ubica en la extrema derecha, una de las más influyentes alas del PAN que, por otra parte, ha satisfecho sus aficiones de empleómanas, que lo mismo le ha brindado ser “legisladora” en varias ocasiones –federales la mayoría– a funcionaria en áreas de administración. 

Actúa como agente de una logia y, dígase lo que se diga, no practica ética alguna para gente inteligente y su lenguaje discriminatorio la exhibe de cuerpo entero. Está en un lugar que no merece, porque contraviene el espíritu liberal y laico de nuestras legislaciones. Pero el mal público que narro no llegó solo. Nos lo trajo Javier Corral cuando en una noche del centro del país y de la aristocracia panista lo convirtieron en candidato partidocrático al gobierno de Chihuahua, al más puro estilo priísta porque todos y cada uno de los pretendientes de la silla que desocupa Corral, recibieron a su tiempo el premio correspondiente: a la fanática Ortuño el COBACH, a Gustavo Madero la titularidad de la sinergia empresarial (así dice la nefasta ley con la que se le creó el cargo de Coordinador de Gabinete que sigue manejando a través del hombre de los moches, de apellido Olson); a Carlos Angulo se le dio el proyecto de gobierno abierto que jamás pudo sacar del claustro, entre otros que mi cuarentena impide recordar. 

O sea, la práctica del reparto de los despojos que realizan los seudodemócratas tan pronto entran en acción como los piratas en el abordaje. 

Una recomendación a quienes con sus danzas quieren defenestrar a Teresa Ortuño Gurza: apúntenlas contra Corral, que es el responsable de su estancia en un lugar que debió entregarse a un perfil que garantizara un ejercicio responsable en esa dirección. Él es, sin más; no me pregunten cuántas indulgencias ganó porque no lo sé.