Columna

Bonilla, Pérez Cuéllar y Andrea no informan, realizan mítines de campaña

Las instituciones han sido sometidas a un proceso de simulación, destruyendo lo que debieran ser los cimientos de una comunicación real a través de lo que norma el desempeño gubernamental. El ejemplo mayor que tenemos ahora es el de los “informes”, que no son realmente eso, sino mítines proselitistas, acciones inequívocas de campañas electorales hacia la gubernatura del estado de Chihuahua, más que palpable por quien quiera ver lo que realmente está sucediendo.

Esta acción de alcaldes, diputados y senadores se reduce, en verdad, a un mitin para ensalzar a una figura política. Así ha sido con Marco Bonilla, con Cruz Pérez Cuéllar y con la senadora Andrea Chávez. Se montan en las instituciones para hacer actos proselitistas. La miga principal de lo que deben decir (rendir cuentas) está total y absolutamente ausente.

Eso sería realmente intrascendente si no fuera porque en estos tres informes que cuestiono no estuviera el anhelo de escalar al Poder Ejecutivo del estado de Chihuahua. No es que ninguno de ellos quiera decir lo que ha hecho en la parcela de poder donde se encuentran, sino medir fuerzas para proyectos netamente personales. Lo cuestionable es que se visten de institucionalidad y mandan al diablo a las instituciones.

En realidad aplastan a la ciudadanía. Es grotesco entrar a cualquier medio y ver el retrato de Marco Bonilla hasta la náusea. Igual sucede con Cruz Pérez Cuéllar; y la senadora no se queda atrás y exhibe fuerza, pero para fajarse al interior de MORENA por la candidatura y comete el error que dicta la soberbia al hacerse acompañar de un impresentable como Gerardo Fernández Noroña, hoy por hoy en el ojo público por su incongruencia. Pero aquí vino a vociferar, a decir que se haga lo que se haga prácticamente el estado de Chihuahua ya está escriturado a favor de MORENA.

No conoce Fernández Noroña nuestra realidad, pero sí viene a dictar consignas que, bien miradas, a quien lesionan es a la propia Andrea Chávez.

Aquí aprovecho para cuestionar un argumento que se trata de posicionar en la opinión pública y que me afecta en mi ejercicio de crítico político. Resulta que cuestionar a Andrea Chávez, como se hace con la gobernadora Campos Galván, se equipara a una misoginia de mi parte. No hay nada de eso. Quien está en la escena pública detentando cargos, sea hombre, mujer o de cualquier otro género, es blanco de la crítica, y no por eso una fobia.

Entiendo que es un argumento que se vende fácil, pero en mi caso no tiene sustento; por el contrario, siempre he luchado por el ascenso de las mujeres en cualquier ámbito como el político, sin limitar la crítica cuando haya lugar, reconociendo que se puede estar o no equivocado en esas observaciones. Y eso, en todo caso sería la materia del debate. Se crítica, pues, la función pública, no el género de quien lo ostenta.