Algo más sobre la declinación de Graciela Ortiz
Algunos de mis lectores me llamaron la atención sobre mi artículo “El racismo de Graciela Ortiz”, que apareció este domingo en el periódico digital La Verdad Juárez, porque omití un comentario sobre el párrafo que transcribo a continuación y que forma parte del discurso mediante el cual la exsecretaria general de Duarte claudicó de su candidatura por el PRI a la gubernatura del estado.
Dice así:
“Significa cerrarle el paso a MORENA para que sepa que en el norte del país no tiene espacio ni tiene cabida y que no lo habremos de permitir; ideologías, ni conductas extrañas que lesionan, que denigran, y que han agraviado a los chihuahuenses”.
En efecto, reconozco que a la par del enfoque de ese artículo, la omisión del comentario resulta relevante, y paso a decir porqué:
Graciela Ortiz, con nulos triunfos electorales en su trayectoria, ha tenido el privilegio de representar a su partido en varios parlamentos (Congreso local y Congreso de la Unión) donde la pluralidad se ha expresado de muy diversas maneras y en iniciativas singulares que tienen que ver con los derechos humanos, por lo que extraña que ahora se refiera a un “norte del país” donde el morenismo, según su propio dicho, “no tiene ni espacio ni cabida”, fundamentándose en argumentos muy propios de la Guerra Fría y del anticomunismo más ramplón al catalogarlos de “profesar ideologías y conductas extrañas”.
En realidad si hubiese un asomo de vergüenza en la excandidata, debiera pedir disculpas por referirse de esa manera a una fuerza política con la que se puede estar en contra, pero a partir de premisas absolutamente diferentes. Se queja del país polarizado en el que está, pero no se hace cargo de que con sus palabras contribuye grandemente a la misma.
No hay raigambre alguna que tenga en la democracia y los derechos humanos la afirmación en comento, como no existe tampoco para el racismo confeso.
Graciela Ortiz exhibió la miseria de su pensamiento, encontró argumentos donde no los hay y habla de un norte que no conoce y que sólo le sirve de retórica a su vergonzosa capitulación.
¿Muy radical? No, ¡qué va! Lo qué pasa en este asunto es que estamos en presencia de lo que Sartre llamó “la ferocidad de los conversos”.
Y sí, la eterna priísta se vistió de princesa azul, “Nel blu dipinto di blu /
Felice di stare lassù (En el azul pintado de azul / Feliz de estar ahí arriba)” como narra la canción de Domenico Modugno; o como dice la versión española popularizada por Mona Bell, “paseando entre nubes de tul”.