En los remotos años de cuando fui alumno en una escuela de pobres en la ciudad de Camargo, bastaba que las maestras nos dijeran “guarden su distancia” para que todos levantáramos nuestro brazo, lo pusiéramos en el hombro del próximo y ya estaba hecha la compacta y organizada fila. Lo mismo era para ir al desayuno escolar que para entrar con orden al salón de clase, o ir al desfile patrio.
Ahora con la pandemia, paradójicamente recomiendan “distanciamiento social”, cuando de lo que se trata es de la enorme solidaridad humana que debemos portar para mirar de frente el porvenir.
Ya menudean en los medios y en las redes sociales diversas alternativas, válidas, para quedarse en casa y encarar la crisis. Muchas de ellas ponen el acento en la separación, pero en una separación especial: precisamente la que nos congrega, la que nos hace uno solo. Yo he escogido para mi recomendación que se aficionen a la filosofía, cosa sencilla y compleja según se le vea. Buenas puertas de ingreso pueden ser tres invaluables autores: Juan Arnau con su Manual de filosofía portátil, o los Impromtus de André Comte-Sponville, o el filósofo divulgador Friedhelm Moser con su Pequeña filosofía para no filósofos. Para el tema recomiendo a este último, que le dedica un capítulo a “La soledad” que subtitula “El hombre que amaba las islas”. Nos da una lección a través, precisamente, de la vida de un importante filósofo que no viene al caso mencionar.
Pero ahí hay tres frases que sí vienen al caso, dos de ellas debidas a autores solteros; la primera de un tal Busch, el cual es un desconocido para mí: “El que está solo se la pasa bien, porque no hay nadie que pueda hacerle nada”; no hay nada más cierto y más sufrible. El otro sí es un solterón conocido y muy influyente, se trata de Friederich Nietzsche: “¡Oh, soledad! ¡Soledad, patria mía! ¡Qué alegre y cariñosa es tu voz!”. El último es otro desconocido, con bastante sentido común, publicista, probablemente, o muy diestro en su mercadotecnia para realizar anuncios de contacto, usted sabe de cuales. Este dijo: “Solitario busca solitaria para estar solos”.
Con estas divisas como estandarte, usted puede ponerle pecho a su distanciamiento social y hacer del mismo una vocación conventual o una gran oportunidad para el amor o desamor en tiempos del Covid-19.
Yo por mi parte y en esta despreocupada columna que sólo por amabilidad se puede catalogar de política, le pido no se olvide de José Alfredo Jiménez, que algunos versos no machistas también salían de su pluma al pentagrama. Juzgue usted:
Estoy tan lejos de ti,
Y a pesar de la enorme distancia
Te siento juntito a mí;
Corazón, corazón; alma con alma.
Y siento en mi ser tus besos,
No importa que estés tan lejos.
Fraternidad para todos, nuestra ayuda viene siempre de lo Alto y se materializa en las buenas acciones que unos seres humanos realizan en favor de otros, generalmente de manera anónima, como las que hacen las mujeres y hombres de ciencia, muchos de ellos renuncian a la vanagloria, dado que, solamente buscan resolver problemas para que los demás vivamos mejor y con bienestar en esta vida, del todo episódica. Un saludo, Don Jaime, paz y bien a Usted y a todos sus seres queridos y espero que para quienes coinciden en este foro, sí mis palabras no resultan de todo apropiadas para alguno, dado que provienen de mi particular forma de pensar, no se sientan ofendidos, al contrario, que sirvan de aliento en lo poco o casi nada rescatable que de ellas salga. P.D. Don Jaime, no dejamos de leerlo cada vez que publica en este o alguno otro medio.