Bajo el lema de que no hay peor lucha que la que no se hace, los diputados morenistas han impugnado el nombramiento de René Frías como presidente del Congreso y, de paso, las malas artes que usa Corral y sus testaferros en la domesticada representación. He dicho, y lo sostengo, que se trata de un pleito nulo que exhibe la deficiente conducción de los morenistas, pero respeto que se defiendan en esta inútil tarea que han emprendido. 

A los congresos van los diputados opositores, cuando son reales, a debatir y cuestionar, a presentar iniciativas pertinentes a las circunstancias, quizás a perder; pero perdiendo a veces se gana, tocando problemas realmente de los representados, de los mandantes, de los ciudadanos, del pueblo, no sus burdas ambiciones de escalar puestos en la estructura de dirección del parlamento, que lo denomino así porque no tengo sinónimo a la mano, no porque lo sea.

En este momento vemos este espectáculo deplorable: el gobernador Corral dice haber reestructurado una deuda y tener mucho dinero para ir por el estado ofertando futuro, regalando expectativas, diciendo que tantos millones para aquí y tantos para allá, y que además los gastará en el resto de su administración, que implicaría dos años más y, por ende, otros tantos presupuestos que el Congreso deberá emitir. Además, se ha dado a conocer qué hay un déficit que no le permite a la nefasta administración actual concluir las labores de este año, para lo cual pedirá auxilio federal. 

Toda esta circunstancia dicta responsabilidades al Congreso, debiera haber algún diputado que dijera: “gobernador, espérate tantito, tienes que pasar por este Congreso”, pero esto que es quizá la más importante tarea, pasa a lugar del olvido porque están aferrados los morenistas a tener una presidencia del Congreso que no sirve absolutamente para nada, salvo para levantar la lista de oradores y andar de florero en las ceremonias reptilescas que celebra el gobierno, este y todos. 

Pero ahí siguen, aferrados a tener un símbolo que por otra parte es un baldón. Pero no lo entienden y prefieren emprender lo que menos importa. 

Tristes por lo demás se pondrán cuando probablemente pierdan el recurso interpuesto. Aquí no hay un Porfirio que les mente la madre, pero en la calle se escuchan muchas.