No sólo por la conformación de sus “nuevos” cuadros sino por la desmemoria con que se ha anunciado la cesión de su registro para un nuevo proyecto político es que el PRD termina en el más oscuro de los pantanos de nuestro defectuoso sistema de partidos en México. Aunque es cuestión de meses, por los tiempos se dice, sólo unos cuantos comités en Michoacán, Puebla o Guerrero siguen soñando con la posibilidad de mantener al PRD incólume, pero desierto, antes que juntarse con los potenciales enemigos electorales de la Cuatroté.

A los “Chuchos” y a las pocas familias que terminaron apoderándose, medrando y aniquilando un proyecto que alguna vez se pensó y fue democrático, literalmente les ha valido tres cacahuates el hecho histórico de que el PRD fue producto de una cesión continuada del Partido Comunista Mexicano (PCM) y sus diversas y complejas fusiones, luego convertido en PSUM y PMS y que desde 1989 ha usufructuado el registro y prerrogativas del desaparecido PCM. Consolidado o no, con retractaciones o no, el agravio histórico ya esta hecho y nadie se los quitará.

Desertores del PRI, del PAN y aun perredistas que están con un pie fuera de este partido, se están sobando las manos para integrarse en torno al proyecto denominado “Futuro 21”, en el que aparecen personajes de la calaña de Gabriel Quadri (el excandidato monigote de Elba Esther Gordillo), o de José Narro, recién desempacado del PRI, o el gris exjefe de Gobierno del DF, Miguel Mancera, o la acusada de corrupción, Purificación Carpinteyro. No hay quien no haya pensado ya que esto no es más que la misma gata pero revolcada.

Al PRD le ha pasado lo que al PRI: se niegan a firmar el acta de defunción mientras el cadáver se descompone y sobre sus putrefactos restos se quiere moldear un nuevo monstruo como el creado por Viktor Frankenstein.