No hay duda de que el PAN, por medio de sus gobiernos, le dio la espalda a su viejo credo democrático. Lo buscó mientras no tuvo el poder, lo empezó a abandonar cuando ya paladeó sus mieles. 

Hay un hecho reciente que así lo confirma: su desafecto por la democracia participativa expresado con motivo de los proyectos sobre iluminación de Chihuahua y Juárez, aunque en este último caso el que ambiciona el proyecto es un dependiente del PRI que se viste con ropajes que ya a nadie engañan. La administración de Campos Galván avanza precipitada en el Congreso con el apoyo de sus diputados y algunos traidores satélites. Pero ni así evitará el plebiscito, que de los dientes para afuera dice aceptar como mecanismo de consulta.

Hoy construye una mayoría legislativa, mañana con apoyo de empresarios fascistoides pretenderá el concurso ciudadano, convirtiendo a la administración municipal en un aparato político carente de neutralidad. Como luego dicen, si los padres fundadores de Acción Nacional revivieran, morirían instantáneamente de nuevo. 

Pero por encima de eso, el plebiscito va y hay que votar por el “NO” –se ganará si se obtiene la mayoría necesaria–, enviar un mensaje muy claro a esta clase política: que se jubile, porque estorba demasiado.