El gobierno del PAN que encabeza Javier Corral –hablo del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial– se han empeñado en aplicar el manual, escrupulosamente, para que todo salga mal, a partir de aplicar un criterio de facciocidad extrema o “pura sangre”, para emplear un terminajo propio de especies equinas. 

Va la afirmación anterior con la presentación de una novísima prueba, lo que sucede con la designación de magistrados del Tribunal Estatal de Justicia Administrativa, de recientísima creación. Con él, la fundación de esa institución tan valiosa –en teoría– se arriscó la justicia, o mejor dicho, se arronizó.

Javier Corral, los panistas y los diputados no saben, o hacen como si no supieran, que lo fundamental de la justicia es concebirla como imparcialidad. Más, tratándose de justicia administrativa, que en buena medida tiene en sus manos el control de la discrecionalidad. 

Repasé, en apresurada lectura, la obra “Democracia, jueces y control de la administración” de don Eduardo García de Enterría y me encontré con esta sabia reflexión: “…ante la prepotencia de los partidos, ante el panorama de una corrupción peligrosamente extendida, ha resultado una exigencia especialmente enérgica en el funcionamiento de la Administración (…) la de robustecer su objetividad e imparcialidad, la de su buena fe correlativa y todo ello, necesariamente, con la garantía de su neutralidad política”.

Nada que suceda en Chihuahua: en mis correrías por la república, era recurrente el reclamo de que carecíamos de tribunal administrativo. Ahora tendré que decirles que seguimos igual: que en esto Duarte y Corral guardan identidad absoluta. No se ha comprendido que hacer política es generar confianza, no hacer designaciones por compadrazgo o madrinazgo.

El “Manual para que todo salga mal” sigue su marcha inexorable, o es una sinfonía que con diestra batuta dirige el rector de palacio. 

O, ¿serán los vivales de la política?