Tena-Corral: donde aprieta no chorrea
Hay una forma de medir los costos de los conflictos burocráticos: el número de muertos que provoca. Cuando Javier Corral y Carlos Tena decidieron ocupar el espacio público para confrontar sus orgullos, la muerte se paseó muy a gusto en el municipio de Cuauhtémoc y la región. De un lado, el sentido de lo ranchero, del otro, el despotismo del que practica deportes auxiliado de la servidumbre. El doliente: un municipio que clama por una seguridad pública de calidad a la altura del notable esfuerzo que muestra en el ámbito económico, su riqueza cultural, la convivencia pluriétnica y tantas y tantas cosas que se pueden decir del antiguo San Antonio de los Arenales. Las estadísticas conocidas no mienten y sólo son la punta del iceberg de un problema descomunal que ya se tardaron en atender debidamente.
Como sabemos, la sangre llegó al río y hasta el jefe de la policía municipal fue asesinado. Carlos Tena ha sido un alcalde que llena un libro enciclopédico con todos sus errores y despropósitos. Corral, Peniche y Aparicio, son las figuras que en ese drama, paradójicamente, juegan un oscuro papel por la desatención pertinente y pertinaz de sus obligaciones públicas. Entre tanto, la sangre mancha las calles de esa pujante ciudad.
Como un mecanismo de la incuria y el caciquismo, Carlos Tena pensó no sumarse al mando único, despreciar además las reuniones para la coordinación. Sus ínfulas fueron sentirse ya bajo el manto protector del gobierno de la república, como si para eso estuviera, y gobernador en ciernes de Chihuahua. Soñar no cuesta nada, más cuando se duerme con el fino tejano puesto. Pero no sólo: para marcar territorio soberano decidió violar las leyes fiscales y vender sus propios engomados, y afirmo esto sin demerito de conocer la justicia que les asiste a quienes disponen de un vehículo de procedencia extranjera, para los cuales debiera haber una solución institucional.
A contrapelo, Javier lo despreció, le negó su amistad, dejó de ser peón de utilería en su tablero de ajedrez, recurriendo a la afacia, esa estupidez que se llama dejar de hablarle a las personas para denotar que es el perdonavidas. Como dice el refrán, en la relación de Corral y Tena cabe decir que se correspondieron el tata y la nana, la canoa y el bicho.
Y de nuevo, el pago corrió a cargo de la sociedad cuauhtemense con un saldo de sangre de todos conocido. Pero por hay otra razón por la que vamos a perder: Tena está actualmente vinculado a un proceso penal del que ya no puede salir sino con una condena; cometió un delito, y con base en eso ahora sí ya aceptó el mando único en aparente fumada de la pipa que los indios chupaban para cancelar guerras. Es presumible que se pretenda desvincularlo y así exhibir ante todos que el derecho sirve para muchas cosas, pero el gobierno corralista sólo lo usa para limpiarse.
Y es que no es la Constitución la que está en la escena normando el poder, sino los refranes: “Donde aprietan, no chorrea”, y hasta los broncos con botas, tejanos ladeados, cintos piteados, se rajan.
Así transcurre el mundo de esta clase política pedestre.