Para ser justos, cuando se escribe de estirpes, esferas íntimas y familiares, hay que hacer deslindes: no todos caben en el mismo saco. A cada quien lo suyo y no se debe exigir el pago de deudas ajenas. Lo digo por la historia sucia de Joaquín Mesta Soulé como antesala para hablar de Luis Fernando, su pariente.

Empero, sí hay un aire de familia que es recuperable: los Mesta Soulé lo tienen por su afición a los negocios y la política panista. Y, es verdad enfatizable, que no hay que perder de vista, particularmente cuando el enfoque entronca con temas de cultura política. 

Luis Fernando se define –estructuralmente– como un conservador y hombre de partido; cuenta en su haber con la friolera de un cuarto de siglo con uniforme azul. Cuando no está en la política se convierte en servidor fiel del poder económico y en tal papel ha servido a Gustavo Madero Muñoz (su verdadero jefe) del que fue suplente en la LXIII legislatura federal de 2015 a 2018, o por ejemplo secretario del Consejo de Administración de Interceramic, o como abogado patrono de las causas de la élite chihuahuense. Cualquiera que haya pensado que este gobierno tiene compromiso con los pobres, se equivocó. 

Como diputado fue uno más del montón y presidió la Comisión de Grupos Vulnerables. Sus estudios fueron realizados en la Universidad Iberoamericana y, hasta donde se sabe, en el extranjero, si por tal entendemos los Estados Unidos. Aficionado a los salones elitistas, fue secretario del Campestre, asiento del más viejo club de golf de Chihuahua. 

Hoy es secretario general de Gobierno, se supone encargado del despacho entre tanto se le ratifica el cargo. A tal puesto llegó perfilado, desde un principio, en calidad de subsecretario de gobierno, artificial creación a la que se recurrió para dar chamba a los amigos. Se dice que hoy, de manera gratuita y contraviniendo a la Constitución, recibirá la ayuda y contribución de Jáuregui, el que se fue, lo que habla de que Javier Corral no ha entendido el abecé de la administración pública. 

Mesta Soulé se subió al barco en un cargo de primer nivel, justo en el momento en el que la nave naufraga y sólo queda hacer labor de salvamento partidario, donde ha mostrado sus habilidades, sin más credencial, ya que en la vida pública de Chihuahua su nombre no figura ni lo acredita. 

Él será, como dice la humorada, encargado de la política interior, cualquier cosa que eso signifique. Y, no lo pierda de vista, en un entramado institucional del Ejecutivo digno del talante más torpe imaginable: la actual Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, que creó como puesto ad hoc la Coordinación de Gabinete para Gustavo Madero y en calidad de beca para sus actividades partidarias. Hoy ese cargo lo ocupa Ismael Rodríguez (quien lo conozca, proporcióneme datos) y en conclusión se dice que no ha servido absolutamente para nada, salvo para confundir la tarea de la Secretaría General que mal que bien había funcionado durante siglos. 

Mesta Soulé, el actual secretario, no tiene porqué pagar las faltas de Joaquín, su pariente, pero quizá el destino le reserve mayores cargos por ser protagonista del quinquenio corralista. Tiempo de desastre, banalidades y golf. 

Si alguien me critica por esta entrega, deseo que lo haga bajo el lema de “rósame esta”.