Al igual que otros contendientes por la dirección nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el doctor José Narro Robles estuvo de visita en el estado de Chihuahua buscando el apoyo de sus militantes y simpatizantes.

Las imágenes aniquilan su propio discurso: apareció al lado del exponente local de la usurpación, Fernando Baeza Meléndez, y el fundador de la cleptocracia, Patricio Martínez García, y de la representante de la plutocracia prohijada al amparo de PEMEX, Adriana Fuentes.

En su paso por Ciudad Juárez la imagen mutó, y además de reunirse con sectores de su partido y de una sesión de asamblea-diálogo con estudiantes de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) en el Instituto de Ciencias Sociales y Administración (ICSA), se organizó una comida con exrectores, seguramente motivado por su antecedente como máxima autoridad de la UNAM. Asistieron seis exrectores de la UACJ: Enrique Villarreal Macías, Carlos Bernardo Silveyra Saito, Wilfrido Campbell Saavedra, Rubén Lau Rojo, Felipe Fornelli Lafón y Jorge Quintana Silveyra; Eduardo Borunda asistió de la UACH.  Anfitriona de la comida fue la plutócrata familia Fuentes.

Del diálogo establecido es interesante destacar tres expresiones de Narro: una postura autocrítica como partido político asumiendo la derrota electoral como castigo ciudadano por los excesos de poder y corrupción, así como por escasos resultados en mejora de condiciones de vida de los mexicanos; señaló la necesidad de aprovechar los nuevos tiempos para repensar al país y dar especial importancia a la definición de un nuevo federalismo que limite la excesiva centralización administrativa y la concentración personal del poder, entre otras cosas, y no aprovechar su posición como dirigente del PRI, en caso de ganar, para asegurarse una candidatura en el 2021 y el 2024. Se descarta, pues, para concentrarse en el liderazgo de su organización. 

Esas posturas las refrendó en su paso por la capital chihuahuense. Sus palabras rodaron como esas monedas que se resisten a reconocer que sus caracteres troquelados desaparecieron, si alguna vez estuvieron como compromisos tangibles y hoy terminaron por perderlos en la realidad.

Está claro que los partidos políticos derrotados por MORENA (López Obrador) en el 2018, están obligados a reconfigurar sus plataformas políticas, sus estrategias y su vida interna. Más profunda la tarea para el PRI, pues ha pasado de ser el partido que por muchos decenios disfrutó del monopolio del poder presidencial, con interrupciones en 2000 y 2006, y hoy se debate en condiciones de desolación y desinterés de la ciudadanía.

¿Hacia dónde apuntará este partido? Es innegable que Narro tiene un perfil distinto a los demás competidores, un perfil menos “priísta tradicional”, pero ¿le alcanzará eso para llegar? Es claro que el dilema es: reformarse o estancamiento. Porque aún falta ver cómo el nuevo partido oficial transita con  sus tribus y sus pugnas internas por el control del poder temporalmente adquirido.

La partidocracia mexicana se está internando en una etapa de rediseño. MORENA por hoy ostenta la mayor concentración de poder en el país, pero eso entraña también mayores riesgos y confrontaciones internas sobre todo. Échese pues a rodar el carruaje de la fortuna. 

Según Narro, “a veces los gigantes terminaron derrotados”. Olvidó decir que a su partido le cuadra bien lo que dice el tango: “Vos también tenés tu historia”.