cereceres-aude25abr2014

Cereceres (izq), víctima. Aude (der), plagiario.

 

Las cosas no son tan simples, diría el fabulista Augusto Monterroso. Con motivo del secuestro de Daniel Cereceres, la familia Aude está muy preocupada porque se puso en riesgo la “consolidación” de su apellido al descubrirse que un miembro de ese linaje fue partícipe en el delito. En realidad sí se trata de un trago amargo, pero está claro que no les trasciende la mancha a la estirpe en su conjunto. El hecho es concreto y si se llega a aplicar una pena, la misma no será trascendente a nadie más que al autor de la reprochable conducta delictuosa. En otras palabras: este tipo de sucesos se dan hasta en las mejores familias, para emplear el trillado concepto, y tienen larga data los acontecimientos que lo documentan. Recordemos que los hijos de Adán y Eva –Caín y Abel– escenificaron el primer fratricidio que registra la Biblia y probablemente como la familia de los expulsados del paraíso no tenían apellidos ni padecían el dolor que provoca colocarse en el primer lugar del chisme, no se lamentaron de ninguna manera. Eso no fue obstáculo para que muchos años después Augusto Monterroso nos explicara que precisamente las cosas, y en este caso las familias, no son tan simples: de todo da la mata.

En la fábula Monólogo del bien, del hondureño-guatemalteco-mexicano se discurre brillantemente sobre estos percances. Júzguelo usted:

La cosas no son tan simples, pensaba aquella tarde el Bien, como creen algunos niños y la mayoría de los adultos. Todos saben que en ciertas ocasiones yo me oculto detrás del Mal, como cuando te enfermas y no puedes tomar un avión y el avión se cae y no se salva ni Dios; y que a veces, por lo contrario, el Mal se esconde detrás de mí, como aquel día en que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano Caín para que éste quedara mal con todo el mundo y no pudiera reponerse jamás. Las cosas no son tan simples.

Tengo para mí que, tratando de limpiar el apellido, los Aude sólo lograron ponerle una lupa encima. Las cosas no son tan simples, insisto.

 

Diputados: currus habemus

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María Ávila, diputada del Verde. Interiores de piel.

 

Pensando que en la percepción social los diputados están en el inframundo, los congresistas chihuahuenses finalmente se hicieron de buenos carros. Con las honrosas excepciones de Humberto Pérez, Rogelio Loya y Eliseo Compeán, los otros 30 que integran la legislatura actual, han recurrido al arrendamiento financiero (así lo dicen) para adquirir con la intermediación institucional, un crédito que explicablemente por sí mismos pueden sortear. Pero haciendo gala de una especie de capitis deminutio, recurrieron al tutelaje del Congreso para bien guiar sus acciones de consumidores de coches de lujo.

Se auto restan autoridad moral, aunque ni una ni otra media en sus calificaciones. Se lleva el premio María Ávila Serna, del Partido Verde, con una suburban que cuesta 779 mil pesos, cuyos asientos están forrados en finísima piel, seguramente de algún animal muy abundante y que no corre el peligro de la extinción, lo que seguramente escrutó la ecologista legisladora.