Dicen que ahora el cumpleaños de César Duarte fue austero. Es la forma de indicar que no estuvo Juan Gabriel como hace un año, quizá también influyó que el divo padece neumonía y tal vez está baldado para asistir a estos saraos. Conjeturo que, acorde a su canción, no vale la pena. Pero bien miradas las cosas, resulta que ahora la desmesura fue mayor: el cacique trasladó los tres poderes a su ciudad adoptiva Parral, so pretexto de inaugurar un par de salas del archidependiente Supremo Tribunal de Justicia del Estado y de paso presumir ante auditorio cautivo el poder de un racimo de parralenses, entre los que se cuentan el presidente del Supremo Tribunal de Justicia, José Miguel Salcido Romero; el presidente del también archidependiente Congreso del Estado, entre otros oriundos de la sureña ciudad. La invitación a la fiesta privada, propiamente el ágape por los 51 años, abarcó las nada pequeñas viandas para doscientos o más comensales, supervisados bajo rigurosa lista y sin la molesta presencia de la prensa, a la que se teme a pesar de estar adosenada. En evento público y ya encarrerados en los festejos, se celebró el Día del Niño, repartiendo a granel bicicletas, juguetes y dulces. Recursos inmejorables para evitar los molestos abucheos con los que se detesta a Duarte en escenarios fuera del control.
No faltó la lambisconería de magistrados, la inexplicable presencia –por más que se le quiera vestir de otra cosa– de sus dos edecanes municipales de Juárez y Chihuahua, señores Enrique Serrano y Javier Garfio, que junto con el que debiera ser el anfitrión, Miguel Jurado, suscribieron un compromiso en materia de seguridad. Si a usted esto le sirve para mejor dormir, ya puede prescindir de su diaria pastilla de Tafil.
¿Qué más fiesta que llevar a los lugares de la querencia a todos los poderes del estado? Ni a Porfirio Díaz ni a Luis Terrazas se les habría ocurrido semejante cosa. Pero a un ballezano de pura sepa, claro que sí, y hasta puso en la tribuna del Congreso que sesionó por aquellos lares, un jilguerillo que le deseó el mejor de los cumpleaños, cosa que obviamente se puede perfeccionar retóricamente en el Diario de los Debates y para la mayor gloria del cacique.
Para demostrar que sabe mover bien las aguas, hasta Maurilio Ochoa estuvo rindiendo pleitesía en la fiesta, aunque acá en Chihuahua en algunas colonias se imploraba mínimamente por un vaso de agua. Seguramente también se cruzaron deseos para unas felices pascuas.