Nada difícil le resulta al médico, político y licenciado, Mario Trevizo, realizar su diagnóstico del cadavérico estado en el que se encuentra el PRI. Él conoce muy bien las causas de la irreparable pérdida. Pero aún así, no deja de ilustrarnos la encomienda que le asignó su líder, el pillo asalta campesinos, Omar Bazán.

Vea usted: Mario Trevizo es un informante protegido del gobierno actual en las tareas de delación de la corrupción que imperó durante la tiranía duartista. Su condición de alto funcionario le permite hablar de las entrañas de la corrupción política que marcó al pasado sexenio y que condujo irremediablemente a la muerte electoral del PRI. En otras palabras, para el PRI, Trevizo es su diagnosticador y, a la vez, la figura que se protege para que informe y también ayude a que el cadáver ya no vuelva a levantarse, ni siquiera en condición de Frankenstein; por cierto, condición en la que se ha movido los últimos años. 

La tiene difícil, o fácil, según se quiera ver. Júzguelo por esta hipotética anécdota:

—En todo esto huelo a Duarte –dijo Trevizo, empleando un verbo complejo.

¿Hueles tú? –le preguntan–. ¿Huele el PRI? ¿O ambos?

He ahí la dificultad.