Columna

César Duarte ahora quiere manchar el asilo

No cabe duda que César Duarte es un tramposo nato y pretende manchar la institución tan respetable, al menos en nuestro país, como es el asilo. Una vez que sintió la lumbre en los aparejos tras la detención de varios de sus socios en la capital chihuahuense, el corrupto y fugitivo exgobernador de este estado se atrevió a autoasumirse como “perseguido político”, anteponer una queja en ese sentido ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos de su amigo José Luis Armendáriz, y aun ante su similar nacional, para luego solicitar asilo en Estados Unidos.

Históricamente el asilo ha gozado de buena salud en México a la hora de recibir a verdaderos perseguidos políticos, a refugiados y migrantes que lo han perdido todo en sus países de origen por motivos de guerra y hostigamiento, por persecución y amenazas. Los casos verdaderamente icónicos se dieron durante la Presidencia del General Lázaro Cárdenas, al recibir a los exiliados españoles y al desterrado revolucionario ruso León Trotski, enemigo ideológico del líder soviético José Stalin.

El caso de Estados Unidos seguramente es distinto. Pero, atendiendo el humanitarismo y la solidaridad mexicana en ese aspecto, el vecino del norte bien podría negarle no solo la visa a Duarte sino también su pretendida solicitud de refugio, no únicamente porque no es un “perseguido político” como dice, sino porque es un delincuente en toda la extensión de la palabra, un fugitivo con orden de aprehensión en Chihuahua, y es, en suma, uno de esos de los que quiere expulsar de su país el golfista Donald Trump.