Casi parece tsunami el cúmulo de críticas que se abate sobre el escándalo conocido como Vivebús. No vamos a recapitular todo lo que ya se ha dicho sobradamente ni mucho menos describir lo que opinan los usuarios los más de los días. Ahora nos vamos a referir, brevemente, a otro aspecto: quien lea con detenimiento la escritura 24417, tirada ante la Notaría Pública número 22 de esta ciudad de Chihuhua, mediante la cual se constituyó la Coordinadora de Transporte Colectivo de la Ciudad de Chihuahua, SA de CV y que popularmente se conoce como la CTC, de inmediato se puede dar cuenta del daño estructural que lastra lo que se ha presentado demagógicamente como una visión moderna y avanzada de lo que sería un transporte para la movilidad urbana con proyección en los intereses públicos pero que realmente transita por la carretera equivocada.
Sin duda que la movilidad urbana ya no se puede enfocar con los viejos y anquilosados modos de tiempos que se fueron para no regresar; si me apuran un poco, esos modos tampoco fueron los adecuados para su tiempo y menos lo son para reproducirlos ahora como un patrón a seguir. Esto resulta de la simple lectura del instrumento público mencionado, donde aparece el viejo corporativismo del sindicalismo charro formando parte importante de la CTC y no, como debiera ser, cuando se actúa sin facciosidad y orgullo de partido, con el enfoque de un servicio público en el que los intereses de la colectividad están por encima de todo. En la escritura resalta la presencia de los aparatos de la CTM y de las corporaciones en las que el PRI se ampara para el despliegue de su poder, en particular electoral, por cierto de manera minada. Pero si usted habla de modernidad, debe suponer que esas corporaciones no tienen nada que hacer, salvo que el Estado les sigue dando oxígeno suplementario y metiendo a la hidra de siete cabezas donde sólo debiera estar el interés público de la comunidad y de quienes tienen necesidad de un transporte a la altura de una ciudad como Chihuahua.
Pero no es así, y quienes nos hablan de modernidad en el transporte público –Duarte, sus improvisados funcionarios en la materia, Garfio en su momento y ahora como alcalde, y toda la caterva que ha negociado con la obra pública– en realidad lo único que han hecho es un amasijo permanentemente acechado por intereses mezquinos en los que la hermandad partidaria manda, aunque el usuario común y corriente sufra todo tipo de malas consecuencias. El nombre es rimbombante, CTC, pero los charros sindicales corporativistas están ahí adentro y nadie los puede mover. ¿A poco usted cree que Duarte se quiere pelear con la CTM, máxime con sus delirios presidencialistas? No ha entendido este cacique lo que dijo un maestro del pensamiento breve: Quien tenga sueños de grandeza, que no ronque.