Frente a la crisis, alternativas democráticas y de izquierda
Ya nadie lo duda, el país se encuentra ante un escenario de profunda crisis, que va de la economía a la política, de la cultura a la ética, y no deja espacio vacío. Como toda circunstancia histórica de esta naturaleza, abre caminos para un desenlace que se puede decantar por vertientes deseables y positivas para la nación, o por otras que nos pueden llevar a escenarios de dictadura y represión.
Hay una ausencia deplorable en extremo. Se carece de una alternativa democrática y progresiva para darle rumbo o dirección a la enorme presencia social que se ha levantado con motivos del alza a los precios de la gasolina, pero debajo de lo cual hierven causas mayores. En otras palabras, se necesita una hoja de ruta que se centre estratégicamente en aniquilar políticamente a la clase gobernante que encabezan Peña Nieto y sus fuerzas afines, cuando menos en dos partidos principales: el PAN y el PRD.
Hoy está claro que no favorecen el proyecto histórico de una Constitución centenaria, que con todas sus deformaciones continúa postulando perspectivas para el país, entre ellas, en este momento, el mandato de construir y acrecentar una república democrática, federal, representativa, popular y laica, por una parte; por la otra, la autonomía de los estados que hoy más que nunca puede ser una poderosa palanca para encarar el gobierno peñanietista que no representa, para nada, un liderazgo para la nación. No se puede aceptar, bajo ninguna circunstancia, que después de esta crisis México tenga qué aguantarse dos años más de gobierno del mexiquense. Debe irse y ser sustituido por nuevos conductores del país que, cuando menos y por decirlo así, garanticen que se pueda entablar una interlocución caracterizada por el diálogo y no lo que hoy vemos como una caricatura: un Peña Nieto que tiene únicamente para los mexicanos el discurso del “aguántense porque no hay de otra”, al alimón de nombramientos como el de Luis Videgaray en la Cancillería, un improvisado y depredador del país que se supone va a estar al frente de los intereses de la república en la era Trump. Ni más, ni menos.
A mi juicio, la alternativa la ha de presentar un conjunto de mexicanas y mexicanos bajo una perspectiva comprometida al cien por ciento con la democracia y con la equidad; es decir, un centro-izquierda para garantizar que los vientos de tiranía y dictadura se detengan y México, que no ha podido consolidar su democracia, camine por la senda de los grandes acuerdos nacionales que hoy bloquea el decadente equipo peñanietista. Se trata de una senda que combine los mejores postulados del derecho con las óptimas formas de hacer política. Es un reto histórico para un momento de crisis tan profunda como la que vivió México al inicio de su Independencia, a la hora de la Reforma y el estallamiento de la Revolución.
Contrastan con esta visión las actitudes infantiles que se dejan ver en las movilizaciones, los que ya se creen los Panchos Villas o los asaltantes del Palacio de Invierno en el golpe bolchevique, los que consideran que este movimiento es de su propiedad y califican y denostan a granel a quienes no simpatizan con sus muy particulares y sectarias visiones. Del otro lado está el lenguaje fascistoide que ya se deja sentir de varias maneras, por ejemplo aquí en Chihuahua en uno de los programas radiofónicos de Jorge Armendáriz, denominado Contraste, política y sociedad (Antena 760), donde él mismo tildó a los derechos humanos de ser “una estupidez”.
La preocupación de esta columna es caminar por esa senda de reflexión y propuesta para transitar a una solución de la crisis para impedir la barbarie y la represión.