Al trillado “vamos por buen camino” que la Fiscalía General del Estado ha estado difundiendo para hacernos creer a los chihuahuenses que la violencia, el crimen y el delito van en franca picada, se suman esta semana un par de mediocres joyas discursivas que harían sonrojar a cualquier estudioso de la oratoria y a cualquier estratega –decente– de la política. Pero las palabras de su titular, Jorge González Nicolás, son algo más, mucho más, que un insulto a la palabra: son una agresión a la inteligencia de las personas, a la memoria de las víctimas y al dolor de los familiares de éstas.
A Nicolás no se le puede perdonar, aunque se tratara de un lapsus brutus, el que haya dicho, apenas un día después del hallazgo del cuerpo de Esperanza Chaparro Sáenz, que la desaparición de la joven “no está relacionada con el crimen de banda organizada” (sic) y que, “por no ser así (ya lo está dando por hecho), lo plantearía de inmediato a los medios de comunicación para que auxiliaran a las autoridades en la prevención de este tipo de delitos”. ¡¿Quéeeeee?!
O sea, para el fiscal un crimen que no es cometido por una “banda organizada” no amerita ser “planteado” a los medios de comunicación para que éstos “auxilien a las autoridades” en la prevención. Es decir, para él, de toda la gama de delitos que tienen atemorizado a Chihuahua, sólo los cometidos por una “banda organizada” pueden ser prevenidos con ayuda de la prensa. Todo mundo en su sano juicio y consciente del papel que teóricamente deben desempeñar funcionarios públicos como este, sabe que la sospechosa precipitación del fiscal al juzgar que Esperanza “no fue” víctima de una “banda organizada” es que, si no investigó durante cinco semanas la denuncia, con estas palabras está indicando el camino de desinterés que para él tiene el caso. Por otro lado, en un ambiente genuinamente democrático, el poder público no tiene que “plantearle” nada a los medios. A estos se les brinda información y ya. Por eso tampoco tienen los medios que realizar una labor de “auxiliar” en la prevención de los delitos, tarea que, por lo que se ve, tampoco le corresponde a la Fiscalía. ¿Ya se le olvidó a Nicolás que su papel es el de investigar? De entre los disparates del fiscal se pueden hacer cuantas combinaciones sean posibles, porque Nicolás cree que está jugando –como dice en una de sus rolas la banda más o menos desorganizada The Police– al Murder by numbers (Asesinato por números, emulando al ejercicio infantil de colorea por números).
El otro insulto de la Fiscalía, más cercano a la desfachatez y la indolencia, es el que vertió en torno a que la muerte de Esperanza pudo ser más bien un suicidio, a partir de un texto que se encontró junto a su cuerpo y que, en base a ello, debía hacerse un “examen psicológico post mortem”.
A veces se puede creer que estas declaraciones no sorprenden debido a la fuerza de la costumbre, pero realmente esta ocasión no han tenido manera de excusarse. El hábito del poder en que conviven prensa y gobierno en turno (priísta, la mayoría de las veces) hacen que ocurran estas cosas. Carajo.