Con motivo de los sucesos del 22 de junio, circuló una opinión que tuvo por eje la hipocresía social, esa especie de fingimiento por un daño y en realidad tratar de expresar lo contrario. Hoy hay un daño superlativo a la gente de Chihuahua a causa del colapso del transporte público; se trata de un perjuicio social de grandes dimensiones, si lo contabilizamos por los millones de horas de molestia, de faltas y retardos laborales y hasta despidos, como lo han consignado algunos medios. Aquí tenemos un daño real, tangible, que flota en un ambiente que prácticamente se puede cortar con navaja. Pero en esta violencia estructural no hay responsables, no hay rendición de cuentas, los funcionarios siguen apoltronados frente a sus escritorio y cobrando jugosos sueldos por un desempeño más que precario y a la espera de una transición gubernamental trabada prácticamente en toda su capilaridad.
No se trata el paro de un conflicto típicamente laboral en el que los trabajadores pelean en ciclo legal sus prestaciones o el incremento de las mismas. No se trata de eso, lo que está en presencia es la absoluta ingobernabilidad en que ha caído la ciudad de Chihuahua por funcionarios absolutamente negligentes e ignorantes de la movilidad social, encabezados por César Duarte, Mario Trevizo y Gustavo Morales. Son los aprendices de brujo que destruyeron lo que había, ofertando que venía algo mejor que en seis años no llegó y que la sociedad tiene que seguir tolerando, prácticamente inmóvil, porque salir a la calle significa recibir el estigma de estar provocando al monstruo que ya no tiene nada que hacer al frente de las instituciones, salvo enviar a los antimotines.
Ni las unidades, ni las concesiones, ni las tarifas, ni las rutas alimentadoras, ni el Vivebús han recibido medidas de remediación oportuna y hoy la ciudad está paralizada porque al parecer hay un cacique que quiere castigar a los chihuahuenses que jamás lo soportaron.
Ciertamente encarar estos problemas, que implica desterrar el corporativismo de los sindicatos corruptos de un servicio básico como es el transporte, no hay porque convocar a la violencia, la rebelión o la insurrección. Se puede estar de pie sin quebrar una sola ventana, pero de pie, no en la actitud del esclavo que piensa que alguien llegará a resolverle sus problemas, en un marco de providencialismo extremo. Lo que se vive en Chihuahua lanza un mensaje inequívoco: que Duarte se vaya ya, como se le gritaron miles de gargantas el 22 de junio, que deje de hacerle daño a Chihuahua, que responda por sus crímenes.
Los empresarios no tienen quién les escriba
Los empresarios de Chihuahua, agrupados en las corporaciones ya muy tradicionales (COPARMEX, CANACO, etcétera, etcétera), necesitan contratar redactores de sus comunicados políticos. Podríamos decir que en Chihuahua los empresarios no tienen quien les escriba. Esto viene a colación de un desplegado que publicaron el día de ayer, dirigido a los magistrados del Tribunal Estatal Electoral, en el que para plantear una elemental reivindicación del Estado de derecho, recurren a este sensiblero mensaje: “México y Chihuahua es la tierra que los vio nacer. Antes que nada, se deben a su patria y a los ciudadanos a quienes ustedes representan…”. Con estas pedestres cursilerías, tratan de convencer a los magistrados que encabeza César Lorenzo Wong Meraz, y los empresarios no se dan cuenta que dichos argumentos pues también pueden servir para anular la elección. Bastó un simple llamado enérgico a aplicar el rigor de la ley y no andar con esa pueril retórica que ya ni a los niños de primaria les viene bien los lunes cívicos.