Ya en otras ocasiones hemos recomendado que a Rodrigo de la Rosa le den un cursillo –se podría decir barnizada– en Derecho constitucional, pues lo necesita, y mucho, si nos hacemos cargo de que es el pastor duartista del PRI en el Congreso local. Sus dislates son proverbiales, y si no fuera por su nula importancia, Rodrigo ya estaría en los anales del folclor del cacicazgo. Pero ni eso. Ahora, con motivo de la licencia que se concedió a otro duartista que ocupó un escaño a nombre del PRD en el Congreso, Luis Javier Mendoza, de la Rosa opinó que no había problema por la vacancia que supuestamente quedará, puesto que el quórum está garantizado. Pero no se trata de eso, sino de entender que conforme a la Constitución y la ley electoral hay un sistema establecido para ir cubriendo esos huecos que dejan los chapulines y los políticos de encargo. Pero realmente este tema tiene calidad de banal.
Lo que sí da miga para un comentario significativo es confirmar que el problema no es que quede vacante un lugar en el Congreso, que por sí mismo salvaría a la sociedad de las aberraciones que comete y están a la vista. En realidad el problema no son los ausentes sino los presentes, porque si el que se va ya no hará nada, el daño está en lo que harán los que se quedan y ahí han estado.
Y este tema toca otros dos: Luis Javier Mendoza es el político duartista protegido en la región de Casas Grandes-Nuevo Casas Grandes y se le quiere hacer alcalde de este último municipio, para que siga protegiendo al cacicazgo con un espacio de poder correspondiente a una zona de Chihuahua que ha sido prácticamente abandonada los últimos seis años, por una parte. La otra tiene que ver con el que puede ser su suplente, Abelardo Armendáriz, de quien se tiene la duda razonable de no haber satisfecho el requisito de separarse de un cargo en la Secretaría de Hacienda, de acuerdo a la Constitución. En otras palabras, podría ser inelegible, lo que en todo caso los casagrandenses tendrán que vigilar.
Petroquímica de Camargo: costosa mentira de César Duarte
Lo dicho, la petroquímica de Camargo fue una mentira más de César Duarte. La información que corre es que Petróleos Mexicanos procederá a desmantelarla por su alto grado de obsolesencia, agudizada, además, por las corruptas operaciones de enajenación que se han llevado a cabo en detrimento del patrimonio de la nación y que han ocasionado tragedias, como las explosiones ocurridas recientemente en el complejo de Pajaritos.
Si sólo fuera una mentira de las muchas que Duarte acostumbra pronunciar, no habría dificultad. Son tan grotescos los priístas que hasta el mismo Enrique Serrano en campaña fue a Camargo a prometer el impulso de esa petroquímica. Lo verdaderamente catastrófico es que se hayan invertido cerca de 500 millones de pesos en “rehabilitar” la planta química de Camargo a sabiendas de que era inviable y se estaba dilapidando más dinero público, seguramente con destino hacia la corrupción. Duele, por lo demás, que a esta planta se la haya llevado el voraz remolino neoliberal. Ojalá y a los trabajadores no les vaya en esto la satisfacción plena de sus derechos.