Columna

El crimen contra una familia: el colmo de la falsa seguridad duartista

El feroz ataque a una familia y el deceso de tres de sus integrantes en la ciudad de Chihuahua por parte de hombres armados, revela no sólo la vulnerabilidad a la que están expuestos los ciudadanos y ciudadanas de esta entidad, sino también el nivel de hipocresía –o cinismo– de un gobierno que nos ha convocado descaradamente a incorporarnos a la vida cotidiana con el garlito de que la violencia en el estado ya concluyó. Mayor farsa no podría estar ocurriendo detrás de los escritorios del duartismo que siente la lumbre en los aparejos por lo que pueda ocurrir el próximo 5 de junio, ante la eventualidad de ser echado de palacio y sea llamado, ya sin el fuero y sin el poder que creyó para poder, a rendir cuentas ante la justicia por sus corruptelas.

Si para el fiscal del estado, Jorge González Nicolás, según declaraciones recientes, ninguno de los crímenes ocurridos en las últimas semanas significaban un “repunte” en los índices de criminalidad en Chihuahua, sólo hay que imaginar que la horrenda y absurda muerte de una madre, su hija, su yerno y las heridas de bala que mantienen pendiendo de un hilo las vidas de su otra hija gemela y otro yerno, seguramente le representará al aparato investigador oficial una estadística más; tres pines rojos en el acicalado mapa blanco que nos intenta vender mediáticamente este gobierno insensible.

A César Duarte le llegará su hora y esta tendrá que ser en las urnas. El rostro desencajado que seguramente mostrará para condolerse falsamente por estos tres crímenes que la inseguridad de su gobierno ha permitido, no será porque verdaderamente le preocupe, sino porque desde hace tiempo anda intranquilo, porque sabe que la sociedad ya no lo respeta –si es que alguna vez lo respetó– y que para seguir haciéndose del poder tendrá que enfrentar no sólo a su conciencia –si es que tiene– sino a una ciudadanía que ya perdió la inocencia por gobiernos priístas como el suyo.

Desde esta columna lanzamos un grito de indignación, unas palabras de consuelo para los familiares y amigos de las víctimas (Yanely Ceballos Sánchez, Celia Sánchez e Ivan Méndez Hernández), y un llamado para que estos crímenes ya no ocurran más. Ustedes tienen la palabra, pero, sobre todo, la acción.