Teniendo como marco el resultado electoral venezolano, se ha puesto en circulación un argumento engañoso. Se dice por los simpatizantes del régimen chavista-madurista que no hay dictadura ahí porque ésta por sistema jamás permitiría una elección con resultados previsiblemente adversos. En un reduccionismo absurdo se quiere decir no hay dictadura porque los resultados electorales no favorecieron al poder, porque un poder de la índole del que hay en Venezuela es tan democrático que ahí está el resultado electoral con el triunfo opositor.

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La oposición celebra.

Más allá de la caracterización de las organizaciones que se confrontaron electoralmente, de la interpretación que se haga de unas y otras, en la democracia los votos se cuentan, no se pesan; pero tampoco es políticamente adecuado, y además un lenguaje profundamente peligroso, hacer interpretaciones que son incoherentes y que llevan a conclusiones disparatadas.

Pongo un ejemplo: cuando la dictadura pinochetista perdió el plebiscito y el “NO” la aplastó, ello no significó que Pinochet fuera un demócrata. La única interpretación posible de ese “NO” es que la sociedad chilena, dividida en múltiples posiciones políticas e ideológicas, le dijo al dictador que sus días habían terminado. Pensar que Pinochet es un demócrata por el resultado de ese plebiscito es un dislate superlativo. Desde luego no intento un paralelismo entre Chávez-Maduro y Pinochet, sino lo que deseo es que no se saquen de premisas correctas conclusiones falsas.

 

 

Teresa Ortuño, la “candidata” inadvertida

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Por más que se esfuerza la panista Teresa Ortuño por ocupar un espacio en las precandidaturas a la gubernatura de Chihuahua, no hay quien le haga testera. Se trata de una ciudadana que ha hecho de la política su profesión: dos veces diputada local en Chihuahua, otras dos diputada federal, senadora de la república, y en los intermedios ha sido funcionaria pública. Y súmele alrededor de 18-20 años en el pandero político con estipendio presupuestal. Hace tres años quiso la candidatura presidencial para el municipio de Chihuahua, perdió internamente ante el aspirante Miguel Riggs. Por tanto algo anda mal en la percepción que la sociedad tiene de ella, probablemente su enquistamiento en los cargos, la inexistencia de resultados y su ultraconservadurismo que la pone de espalda a las complejas agendas de una sociedad que ya no se rige ni por dogmas ni por tradiciones. Por algo será que a pesar de que se autopresenta como “entrona”, “trabajadora”, “comprometida” y “sin cadáveres en el camino”, simplemente no se advierta que ha levantado su mano.