Si la política peñanietista tuviéramos que verla en secuencia cinematográfica, aquí en Chihuahua tendríamos dos escenas del mismo drama: en una aparecen los enchamarrados de rojo recibiendo a Manlio Fabio Beltrones, lanzando el mensaje de que Chihuahua les pertenece; en la otra, la aparición del gran “dador” de la política social, José Antonio Meade Kuribreña. De un lado el partido, del otro su brazo clientelar. En el centro, la disputa por Chihuahua, el gran estorbo que para el PRI significa la permanencia del cacique César Duarte Jáquez, al que se le arma una política de control de daños con el antecedente de que su incapacidad, mitomanía y desequilibrios fueron el gran obstáculo que demeritó la posible continuidad del priísmo en el poder. Pero no echemos las campanas al vuelo: la oposición parece navegar bajo la divisa de que se puso en vigilia cuando hay abundante carne.
Al margen de esas estimaciones políticas, vale la pregunta: ¿A qué vino el polivalente (lo mismo es secretario de un ramo que de otro, lo mismo sirve al PAN que al PRI, etcétera) Meade Kuribreña? Vino a “movilizar” 3 mil 600 millones de pesos; en apariencia muchos. En primer lugar, y contra el discurso oficial de tiempos no electorales, vino a decirnos que ya tienen un acuerdo por un “Chihuahua sin pobreza”, frase tópica que ya han pronunciado durante muchos sexenios sin lograr su objetivo porque la pobreza aquí, como la Puerta de Alcalá en Madrid, ahí está, ahí está. Nada estructural, nada que de fondo inicie el terminar con la pobreza, con la insultante desigualdad que lastra vastas regiones de Chihuahua, particularmente a los moradores originarios en las diversas zonas étnicas de la región. Vienen a ofrecer apoyos en especie, para sólo señalar una partida y que, sin duda, van atados a las políticas electorales de los próximos años. Clientela y más clientela a reforzar, y en Chihuahua cobijas y alimentos de mala calidad. Bueno es recordar, además, que las más de las veces lo que se envía va pasando por diversas aduanas de autoridades, partidos, caciques, que se convierten en un embudo que hace llegar a cuentagotas estos apoyos materiales. Porque hay que decirlo: los priístas se roban entre ellos mismos.
Pero a todas luces y conforme a los estándares mundiales fijados para el combate a la pobreza, aquí realmente esta no se resolverá de ninguna manera, como lo han diseñado los integrantes del círculo cercano a Enrique Peña Nieto. Pero la crítica no nada más va en dirección de este aspecto, y sin pretender se exhaustiva, cuando menos requiere dos puntualizaciones. Se habla de que los 3 mil 600 millones también se destinarán al combate al rezago educativo, de donde se desprende que una pregunta tiene pertinencia: ¿Por qué la semana pasada Duarte y Marcelo González Tachiquín nos dijeron que tal cosa no existía y hasta autopromocionaron un falso y parisino premio de la UNESCO? Cuando se habla de esto, se puede armar el rompecabezas de la desinformación a que está sometido Chihuahua.
Por otra parte, Meade Kuribreña dice que Duarte extenderá una mano amiga y además empleará los recursos de manera transparente y bajo rendición de cuentas. Y es aquí donde se le notan las costuras al discurso del secretario de Desarrollo Social: se sabe que Chihuahua, bajo el cacique Duarte, ocupa el primer lugar en denuncias penales por desvío de fondos federales, tal y como lo dio a conocer la Auditoría Superior de la Federación y lo difundió hace unos días el prestigiado diario Reforma de la Ciudad de México.
Nada nuevo bajo el sol. La política social al servicio del clientelismo priísta y 2016 en la mira del poder de los corruptos.