En el affaire Aeroshow se han mostrado aspectos dignos de tenerse en cuenta, fundamentalmente porque tienen que ver con la inexcusable responsabilidad patrimonial del estado y finalmente el apego al Estado de Derecho. Luego de que se presentó la primera demanda con el apoyo del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional, se produjeron dos declaraciones, la primera y arrogante, del propio alcalde Garfio, cuando con lenguaje soez dijo que él no trae un fajo de billetes en la mano para pagar a los dolientes –algo así como terminajos de cantina–, porque a decir verdad, la responsabilidad que se está reclamando no es a su persona, sino a la institución y además nadie presupone que a estas alturas traer fajos de billetes sea propio de un gobernante, aunque en la especie me recordó a ese presidente municipal de la película La ley de Herodes. La otra es el retintín de que el asunto se está “partidizando” por el solo hecho de que las víctimas recurren al apoyo de diputados del PAN. Lo primero que hay que tener en cuenta es que existe el Derecho y no cómo y con el apoyo de quiénes lo ejercitan los que están legitimados para eso. Pero cuando se trata de jugar con prejuicios, pues es usual que los que creen tener el monopolio de la política, también se autoconciban como los únicos que pueden actuar en una sociedad como la nuestra, en la que con acusar de político algún tema se cree que ya se le descalificó por completo.
A su vez, el tesorero del municipio –una especie de milusos burocrático–, Ricardo Mejía Borja, afirmó que no hay presupuesto para pagar la demanda. Tanto Garfio como sus regidores y su tesorero, deben entender que la ley es absolutamente clara y que debe el municipio pagar su responsabilidad, si me apuran un poco, hasta sin la necesidad de presentar una demanda al respecto. En particular, el alcalde debe dejar de hacer politiquería y lanzar fuego amigo contra Marco Adán Quezada, que lo prenda al interior de su partido, disponerse a pagar y, si fuese el caso, Mejía Borja ha de preparar una solicitud de modificación al presupuesto municipal y habilitarse a pagar lo que indefectiblemente va a suceder. Hagan lo que hagan.
Otra de Miranda Weckman
El señor Miranda Weckman, cliente asiduo de esta columna, con esa constancia que lo caracteriza y en su calidad de jerarca de la Arquidiócesis de Chihuahua, dijo: “Nuestros niños… corren… gravísimo riesgo al ver como normales… las uniones (homosexuales)… y pueden entender equivocadamente que las diferencias sexuales son un simple tipo de personalidad, dejando así de apreciar la dualidad de la sexualidad humana, que es condición de procreación y, por tanto, de la conservación y desarrollo de la humanidad”. Cuando uno ya en la edad adulta, posterior al climaterio, lee estas declaraciones, no tiene menos que preguntarse el grado de avance que nuestros niños tienen para discernir temas tan complejos pero no difíciles.
Es de suponer que esos niños, cuando ven al señor Miranda Weckman se pregunten: ¿y cuál es su esposa o esposo? Porque si bien tienen gran avance y conocimientos, no creo que sepan todavía el por qué usan faldas, además de la historia del celibato, y cuando lo sepan, sobre todo esto último, con mayor razón.