El presbítero Gustavo Sánchez Prieto ha pasado por graves problemas de salud. Más allá de las discrepancias filosóficas o políticas con el sacerdote, siempre le he deseado que se recupere debidamente y, además, tenga la fortaleza para pasar los tragos amargos que la enfermedad depara. Por ser él hombre de fe, seguro estoy que eso es un poderoso asidero para seguir adelante. Su caso es digno de examinarse desde otra perspectiva, algunos la tildarán de amarga, pero aún así la expongo porque exhibe no pocas miserias humanas. Las muestra a los ojos de todos, se comentan sotto voce y se les deja pasar. La primera es dedicar toda una vida a una misión y al final darse cuenta que la solidaridad es poca y que perteneciendo a una institución con sobrado poder económico, él tenga que realizar campañas económicas para solventar los costosos gastos médicos que ha entrañado el tratamiento de su afección.

Me pregunto: ¿Es que los sacerdotes están totalmente desprotegidos en sus prestaciones laborales en materia de salud?, ¿no tienen un buen seguro privado de gastos mayores?, ¿la institución eclesiástica carece de fondos?, ¿no hay potentados fieles que se puedan desprender altruistamente para la atención de un enfermo con esas características? Al parecer todas las preguntas tienen una respuesta negativa, por lo que hemos visto públicamente. Como sea, el clérigo ya pasó, al parecer, por la cirugía que representó, a lo que se sabe públicamente, el gasto más oneroso. Si, por otra parte, mis preguntas tienen una respuesta diferente por ignorar las cosas y comentarlas nada más por lo que ha circulado en la prensa, hagan de cuenta que no he dicho nada.

Lo que sí me queda fuera de duda es que para el arzobispo Constancio Miranda, de hábitos atlacomulqueños muy obvios, no mostró en esto el apresurado protagonismo con el que se movió para estar al pendiente de la salud de César Duarte y sus compañeros de helicóptero a la hora del delicado percance de todos tan conocido. Para el poder no hubo el menor regateo, para que se sepa abiertamente cómo se alinean los astros en este asunto. Para el famoso Gustavo Sánchez Prieto simplemente se escuchó: “Teníamos miedo de la operación del Padre Negris”. Lo que debiera tener el arzobispo es un poco de dignidad, piedad, misericordia y compromiso con sus pastores cercanos. Es incongruente el jerarca católico y al parecer no practica el ideal de la buena nueva que afirma que la misericordia de Dios cura la miseria, como acostumbran decirlo a la hora de leer el Evangelio de Lucas.

Jaime Ramón Herrera Corral está jibado

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En realidad, los diccionarios médicos no contienen palabras como jibado o empachado; son terminajos de uso popular que se refieren a la indigestión provocada por la gula o por ingerir alimentos de escasísimo valor nutricional. Pero no es ese propiamente el tema de estas líneas, sino el infantilismo del secretario de Hacienda, banquero y delincuente de cuello blanco, Jaime Herrera, que para hablar de austeridad recibe a los pocos a los que da audiencia con café negro y galletas de animalitos. Combinados ambos ingredientes se convierten en una bomba estomacal e intestinal, y no tanto por los comestibles sino por las úlceras que se agitan a quienes lo visitan, para percatarse de la crasa mentira e hipocresía del también prohombre de la banca con apoyo en la hacienda de los chihuahuenses. Puede ser que a Herrera Corral la ingesta permanente de esas galletas le provoquen la dispepsia y flatulencia de la que ha hecho gala en la vida pública, porque para gases, los de él. Y es que la corrupción hiede.

Pregunta sincera: ¿Pensará que alguien cree en algo que ni en la primaria se le tendría por buena broma? ¡Ah qué animalitos!