Dado que tenía algunas imprecisiones y errores de redacción que no afectan el fondo, y a petición de los lectores, se reproduce este texto del pasado fin de semana:

La desfachatez: Chihuahua como botín político

En Chihuahua, como en muchas partes del país, existen las élites del poder, siempre sedientas de privilegios, especialmente insaciables por controlar las instituciones del Estado. Cuando hay oportunidad de charlar sobre las últimas décadas de nuestra historia regional con gentes de fuera, a estos les llama poderosamente la atención que entre nosotros haya, por ejemplo, una familia Baeza que llegó prácticamente para instalarse en el poder desde los ochenta, cuando vía el fraude electoral se apoderó del poder político que ha preservado hasta el día de hoy, prolongándose con un sexenio adicional, de 2004 a 2010, que antes había influido poderosamente para vertebrar la llegada de Patricio Martínez al poder, que luego ocupó, con tintes de cacicazgo, César Duarte.

Quien actualmente sea ciudadano de estas tierras y tenga una edad entre los 35 y los 40 años, sólo ha tenido oportunidad de comer de esas sopas. Un poco, o un mucho si se quiere, como ha sucedido con los norteamericanos, que no saben de otra que no sea la familia Clinton o la familia Bush. Como si no hubiera en la alacena la posibilidad de cocinar otros caldos. Hoy estos actores van en pos de un periodo más (cinco años esta ocasión) que les permita seguirse reproduciendo y mantener un esquema de dominación, premoderno por compulsivo obstáculo, para la expansión de una ciudadanía activa que de origen y legitimidad al ejercicio del poder político. Estamos en una coyuntura que se puede caracterizar como la desfachatez; en otras palabras, la desvergüenza, que consiste en apropiarse del poder, no para que las instituciones de éste actúen en beneficio del pueblo, sino en el propio. Sería una burocracia política que se convierte en el propio fin de la voluntad del Estado. Desfachatez porque hoy están enfrascados en una especie de reyerta en la que las apariencias son las que salen a flote, oscureciendo la esencia actual de la querella priísta que es, sin más, el control para alimentar los intereses de facción.

Ciertamente, a diferencia de lo que sucedió en 2000 y 2006, hoy los priístas cuentan con la Presidencia de la República y, por tanto, con la posibilidad de un dedo mayor para arbitrar estos diferendos casi con facultades absolutas y discrecionales. Obviamente que si le preguntan a Duarte, él va a decir que las riendas de Chihuahua las tiene en sus manos, pero su mitomanía es tal (manda traer camiones de la Luna) que ya no engaña a nadie. Se arrobó y la mediocridad permitió que se le creyera la calidad de gran político, pero estamos viendo que ha polarizado no nada más a la sociedad chihuahuense, sino a su propio partido. Nunca antes un procesamiento de la candidatura priísta se había visto manejada de la manera más torpe imaginable. Todo se le desbarató en las manos y el presuntuoso “maestro” a lo sumo ha resultado un vulgar aprendiz de brujo que destruye lo que hay y no puede sustituirlo con nada eficaz. Pero este gobernador hoy alimenta dos ilusiones, vanas a mi juicio: perpetuar su cacicazgo a través de uno de sus cómplices y socios, y de ahí pactar la impunidad en su favor a partir de la inauguración de un nuevo gobierno. Similar al pacto contraído entre Patricio Martínez y Reyes Baeza, que sabemos se firman bajo el lema de “yo te tapo, tú me tapas”.

El hoy senador Martínez García desea regresar por sus fueros y cuenta con su carta para jugarla el año entrante; al menos compite para negociar. El grupo de los Baeza se ha empecinado en hacer de Marco Adán Quezada su carta fuerte. O sea, el trío Baeza-Martínez-Duarte, repartiéndose Chihuahua como si fuera el cortijo en el que pueden practicar todo tipo de cacería, en particular la furtiva, al amparo de que aquí no pasa nada, de que el Estado de Derecho es inexistente y que reina la corrupción política y su hermana inseparable, la impunidad.

Dos cosas más quiero referir. En primer lugar, las ambiciones de Marco Adán Quezada son una suerte de fracaso anunciado. Si me preguntan en torno a la administración de la tragedia conocida como Aeroshow, clara es mi respuesta de que efectivamente el duartismo manipuló los tiempos; incluso, si usted desea, es una “caja china” más, a la usanza de la política mexicana. Pero eso, desde la óptica del interés social, es parte de las pugnas entre los grupos priístas que no nos puede mover a soslayar la responsabilidad que concierne a quien fue cabeza del municipio a la hora del doloroso suceso. Quiero poner un ejemplo en paralelo: ¿cómo se hubiera visto en Sonora que una de las directoras de la guardería ABC hubiera sido candidata a la gubernatura? Creo que la respuesta es obvia.

Marco Quezada se puede victimizar todo lo que quiera, autoconcebirse como un damnificado del duartismo, revestirse de disidente, e incluso emplear el lenguaje del ciudadano que empieza a despuntar en Chihuahua, pero al final de las cosas él tiene una deuda pendiente que la justicia tiene que dirimir. Más, si tomamos en cuenta que el asunto del Aeroshow no ha generado la indemnización que la ley mandata, que no se agota tampoco con la sentencia a Panchito, el chofer, y a dos o tres funcionarios de menor rango. Y mucho menos se agota si vemos la otra cara del asunto que es la corrupción, que costó millones de pesos y por la cual no ha contestado Jorge Luis Cuesta Manjarrez, ni el priísta en desgracia, Xavier Cháires Duarte. Sin el esclarecimiento de estos temas con estricto apego a la ley, Marco Adán Quezada no tiene cara para aspirar al cargo que él siente le regatea su compañero de partido, César Duarte.

En segundo lugar, que en esta pugna no están contemplados realmente los intereses de la sociedad. No están los otros, los que batallan día a día por su ingreso, su libertad, su educación, todo eso que puede redundar en superar la postración que vive Chihuahua en materia de corrupción y autoritarismo. Y por eso digo que lo que vivimos en Chihuahua es la desfachatez de una élite en el poder, que riñe por dejar por cinco años a otro priísta para que todo permanezca igual. Desde luego que encarar esta empresa requiere de un talante opositor genuino que hoy tiene la tierra barbechada para ganar Chihuahua para un proyecto por la democracia y la equidad y que, en su aspecto de cambio, tendría la gran encomienda de sepultar a los logreros que han hecho del estado su botín.