Como a todo aprendiz de brujo las cosas le salen mal, y lo grave no es tanto eso sino que el percance se da en dos vías: bajo la promesa de que lo que había no sirve se le destruye, con la oferta de una panacea que nunca llega. Lejos estoy de ser un defensor del sistema de transporte colectivo de la ciudad de Chihuahua anterior a octubre de 2010 (cuando el poder llegó para poder), pero al menos, con todas las deficiencias y lastres, funcionaba. Lo que vino después fue la gran oferta del Vivebús: una costosísima obra permeada de corrupción que destrozó la ciudad por más de dos años, le hizo la vida imposible tanto a transeúntes como a conductores de vehículos y no se diga a los usuarios; perpetuó la corrupción, producto de dejar vivo el corporativismo cetemista al interior de un servicio público estratégico para la movilidad social y la realidad alcanzó a todos cuando los “modernos” camiones se empezaron a chatarrizar y el carril confinado a erosionarse y desde luego a desobedecerse por medio mundo. Han transcurrido cinco años y César Duarte ha sido incapaz de solucionar un problema que el buen juicio y la eficiencia administrativa puede lograr. Pero para ello se necesita profesionalismo y honradez, ambos adjetivos ausentes en el caso que me ocupa.
La muestra de que el cacicazgo no puede con este problema la tuvimos hoy con el paro que afectó a toda la ciudad, la vida de las empresas y la vida cotidiana y ordinaria de trabajadores, amas de casa, estudiantes, etcétera. Sólo una cosa no se ausenta: la demagogia duartista: en medio de la crisis, Duarte Jáquez nos dice que de ser necesario traería camiones de la Luna, es decir, el satélite de la Tierra, porque se puede conjeturar que así denomine a alguno de sus negocios.
Fanfarronadas y nada más, pero quizá quepa el comentario de que al menos en Chihuahua ya están los cráteres para que legendarios vehículos como el Luna Rover Vehicle que condujo el astronauta David Scott, comandante de la misión Apollo 15, transite por las colonias precaristas de la ciudad.
O sea, como dijo un pintoresco personaje: no puedes andas y ya vas corres.
La candi-chela
Se trata de la senadora Graciela Ortiz. Dice ella que le resulta obsoleto que se polemice sobre la condición de mujer para aspirar a la gubernatura. Y tiene razón, porque los derechos políticos sin duda ya superan la ancestral condición de dependencia en que se tuvo a las féminas por el nefasto patriarcalismo. Hasta aquí la candi-chela no nos dice nada nuevo, pero sí pone en el tapete de la discusión el cómo mujeres de su condición han sido cómplices de gobiernos feminicidas que han atentado contra los derechos de las mujeres, en particular las muchas que desaparecieron y que el movimiento en Chihuahua recuerda a través de la Cruz de Clavos. Eran los tiempos del campo algodonero.
Pues bien, la senadora pretendiente del trono caciquil fue pieza clave durante el gobierno de Patricio Martínez García, al ocupar, en el sexenio de 1998-2004, una dirección de primer nivel (ahora pomposamente se les llama secretarías de estado); la jefatura de Pensiones Civiles del Estado, la presidencia del Partido Revolucionario Institucional en esta región y la Secretaría de Gobierno con César Duarte, justo cuando ocurrió el crimen de Marisela Escobedo. Eso, candi-chela, sí está en la polémica. Lo demás es retórica.
Consejo a Marcelo González Taquiquín
No está de más que al jefe del Plan Villa, en su afán de crear de manera expansiva cientos de orquestas, concertara un plática con el músico Claudio Ordaz –hijo de mi entrañable amigo Moisés– para saber lo que realmente se necesita para tener una orquesta, que por cierto en su calidad de extranjero la creó… en la lejana y fría Finlandia. Cómo estarán las cosas que ni al mismísimo Putin se le ha ocurrido fundar el Plan Sostakóvich de creación de orquestas en Rusia.