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La denuncia penal entablada contra César Duarte, Jaime Herrera Corral y Carlos Hermosillo el pasado 23 de septiembre de 2014 y la vertebración de Unión Ciudadana, no están atadas a ningún partido político y, tampoco, al resultado del actual proceso electoral. Se trata de un solo movimiento autogestionario que reivindica la figura del ciudadano como actor político y democrático y, por tanto, sus triunfos o fracasos les serán atribuibles por entero a quienes decidimos iniciar un movimiento anticorrupción de grandes dimensiones y por ello con grandes retos y dificultades.

Unión Ciudadana, es una obviedad, no realiza su política en una campana de cristal al alto vacío. Por una suerte de ley de acción recíproca con la que afirmaríamos que todo influye sobre todo, no nos es ajeno el resultado electoral que habrá en los nueve distritos de Chihuahua y en el resto del país, pero sin duda la Unión trabajará su expediente, como dicen los procesalistas civiles, por cuerda separada. En este sentido, nosotros nos encontraremos con un escenario el próximo 8 de junio, probablemente con otro al iniciar octubre de 2016, pero ambos los va a encarar la organización con su propia lógica y con la autenticidad y pluralidad con la que ha trabajado hasta ahora contra la corrupción política y sin más armas que el Derecho que ha de prevalecer a la postre. Esta afirmación tiene ribetes estructurales, pues de lo que suceda en Chihuahua en la lucha contra la tiranía duartista depende –sí, leyó bien: depende– la viabilidad misma de las reformas anticorrupción que promulgó ayer Enrique Peña Nieto.

De esta promulgación el común de la gente descree; no es que padezca escepticismo, y por tanto duda. No. Se trata de que el común de los mexicanos no cree, no tiene confianza; las cosas no van por ahí: el devenir de la república en el momento actual es de absoluta falta de credibilidad en esta materia por dos razones fáciles de comprender: vivimos en una sociedad en la que las leyes se hacen para incumplirse (se acatan pero no se cumplen) y además nunca los códigos o cuerpos normativos han tenido la virtud de cambiar la realidad, es esta la que cambia a aquellos. Lo que se reclama a gritos, y no se descarta la revuelta social, son hechos tangibles, tan sólidos como la Pirámide del Sol de Teotihuacán. En otras palabras: que al propio presidente Peña Nieto, a Osorio Chong, a Videgaray les llegue la hora de pagar sus faltas, el tráfico de influencias y el conflicto de intereses. O pregunto, ¿alguien puede creer en el sistema anticorrupción permaneciendo Duarte en su posición de gobernador, cuando ya todo mundo sabe que es un corrupto político y delincuente confeso y la voz del pueblo ya lo ha bautizado como El Ratón Banquero? Para recurrir al lugar común: en esto se requieren hechos y no palabras. ¡Esto sí es certidumbre!

No está lejos el día en que los hombres y mujeres comprometidos con el mejor destino de México levanten un plan político, del tipo de Ayutla, que dio al traste con el santanismo (hoy vivimos una reedición de aquella negra época), para dar paso a la gran reforma liberal que fundó el México moderno. Incluso habrá que redefinir las formas de lucha para deshacernos de una clase política sustentada en el pacto de impunidad y corrupción del cual son firmantes Peña Nieto y César Duarte, porque ateniéndonos a los hechos, se va configurando cada vez más la hipótesis actual de que la caterva gobiernista no se va a ir de ahí a través de mecanismos electorales, sino por una presión social de grandes dimensiones, algo así como una revolución política. Los peñanieto y los duarte juegan con el país, creen que es la plastilina en sus manos. Tarde que temprano verán que esto se acabó.

Y volviendo al tema, y de ninguna manera se piense que lo anterior es una digresión, para Unión Ciudadana el próximo 7 de junio aquí en Chihuahua no es la prueba del ácido. Sea cual sea el resultado, su lucha seguirá, con mayor tenacidad porque, como lo hemos dicho en nuestras concentraciones ciudadanas, es un movimiento que ya nadie lo para. Pero en esta hora de miseria política, de crisis de la partidocracia que padecemos y cuyo espectáculo notable es lo que sucede en Chihuahua, es necesario también reflexionar sobre lo que aquí acontece. Nunca como ahora se había visto una alianza tan ruin y tan canalla para sostener en la cúspide un cacicazgo. Tanto la jerarquía católica, como los partidos vendidos (PRD, Verde, MC, Panal, PT), los intereses de dos o tres capitalistas de compadrazgo y el grueso de la prensa más cretina y mentirosa han formado su santa alianza, y en medio del más superlativo cinismo manejan información sobre la corrupta Unión Progreso, sin darse cuenta de que se están mordiendo la lengua y que, avanzando el tiempo, lo que hoy hacen para salir de las tareas del día a día, configurarán los antecedentes para que el cacique de pacotilla, César Duarte, se tropiece con su propio manto. Ahora resulta que ser deudor de Unión Progreso es un gravísimo pecado y no materia para un juicio ejecutivo mercantil o hipotecario de escasa cuantía; ahora tenemos que ésta (y en realidad un banco creado sobre mecanismos fraudulentos) ha pasado a convertirse en el sector bancario del PRI, y su director, Sergio Segovia Sáenz, el jefe corporativo y par de La Negra Tomasa que capitanea la corporación de los porros.

 

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Pero eso es lo de menos, lo de más es que apoderarse, con recursos públicos y de origen dudoso, como está planteado en una instancia que la PGR investiga hoy, del Banco Progreso de Chihuahua por la familia Duarte y una pandilla muy reconocida, es mucho menos grave, infinitamente menos grave, que deber con garantías hipotecarias unos cuantos millones de pesos. Ese es el engaño que se nos trata de pasar de contrabando a todos. La mentira duartista se ha instalado en Chihuahua y pelea con absolutas malas artes su permanencia en el poder. Está en crisis y lo sabe, y se vale de la ruindad para accionar. Una miseria adicional: ni siquiera emplea las voces de los priístas (para eso tiene a las hortensias, a los fernandoreyes, a los falomires), convirtiendo el sistema de partidos en grotesca caricatura. Recuerdo ahora, porque viene al caso, un término que aparece en el diccionario de mexicanismos de Francisco J. Santa María: es la voz “cabrito”, que define así: “Muchacho que en las obras se ocupa en sacar escombros o en otras faenas apropiadas a su edad”. De eso se trata, de emplear en la obra negra a un oscuro personaje que presentándose “encabritado”, mejor le vendría presentarse como “enduartizado”, para fingir un encabronamiento por una cobranza menor, y no hacerlo frente a la descomunal corrupción de César Duarte. Miseria de miserias.

Al que escribe esta columna poco le importa el resultado electoral de Juan Blanco. En su tiempo hice explícitas mis divergencias con su obrar en la escena pública. También le queda claro que la señora Liz Aguilera ha sido una tapadera de César Duarte y que representa los intereses de éste. Ambos son actores en una coyuntura y en tal sentido se puede someter a crítica su desempeño. Pero, gane el que gane, eso no define la lucha de Unión Ciudadana.

Y hay una moraleja: tener tratos con Unión Progreso y su futura careta de Banco Progreso de Chihuahua, no viste de blanco a nadie. Es una peste que todo lo que toca lo ensucia, lo mancha, y además lo hace de manera indeleble, como bien se advierte en estos momentos de vacía guerra electoral.

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Lienzo El Aquelarre, de Francisco de Goya (1797-98)