“Voy conduciendo por la ciudad, en plena época de campaña electoral. Cada dos farolas sonríe un candidato o una candidata. Los eslogans son Seguridad para Alemania y No lo haremos todo distinto, pero haremos muchas cosas mejor. El conjunto no es particularmente original, y me pregunto por qué no se les ocurrirá nada más ingenioso a políticos tan listos y estrategas publicitarios creativos. Hasta me doy cuenta de que el ingenio puede llegar a ser contraproducente. La mayoría de los electores -y de ellos se trata- quieren fiabilidad y simplicidad. Es por eso que en la campaña electoral sería un signo de estupidez mostrarse muy inteligente. Cuanto más astuto es uno, más mediocre se muestra. Me divierte esta pequeña paradoja, de modo que probablemente esbozo una sonrisa tan poco inteligente como la de los personajes de papel que flanquean la acera”.
La cita es del bondadoso Friedhelm Moser (Pequeña filosofía para no filósofos), un pensador que ha hecho potable la lectura y comprensión de la filosofía a través de temas que nos conectan directamente con la esencia de la misma en temas como la verdad, el amor, el valor cívico, la libertad, la guerra, la risa y la filosofía misma, por sólo enlistar algunos de sus temas preferidos. Aportada esta nota sobre el autor de la cita que encabeza esta pieza, quiero decir que, cambiando lo que haya qué cambiar, retrata bien lo que vemos en la actual “contienda electoral” mediante la cual se van a renovar 500 escaños en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, institución clave, para sólo poner un ejemplo que lo evidencia, porque es ella la que tiene como facultad exclusiva decidir el Presupuesto General de Egresos de la Federación, ahora que el peñanietismo quiere introducir una reforma altamente lesiva para los intereses de la inmensa mayoría de los mexicanos.
Tiene razón el filósofo al que matizaré de manera atrevida. Aquí entre nosotros, en efecto, las campañas carecen de originalidad y cuando esta se presenta, con un encabritado por ejemplo, pues simple y llanamente eso no significa absolutamente nada, porque ni siquiera lo dice de manera rotunda como el pueblo raso acostumbra decir “encabronado”. Y es que hay que dar muestras de urbanidad cívica, que alguien se lo agradezca. Pero no hay que irnos por las ramas, los candidatos más importantes por la fuerza política de la marca de sus franquicias, no muestran ingenio al transitar por rutas ya más que trilladas y sus promocionales distan mucho de emplear los mejores recursos de la creatividad que el diseño gráfico pone a disposición de todos. En otras palabras, el Corel o el Photoshop sólo han servido para esconder al anquilosado partido de Estado que es el PRI. Con esto quizás quieran decir que valen mucho los priístas y muy poco la casa que los alberga. El PAN contesta ¡A poco no!, cuando debiera decir ¡A poco sí!, pero en realidad no tiene la prestancia para invertir, de raíz, su eslogan, porque a lo más hoy todo mundo sabe que no lo hicieron ni lo harán distinto, aunque su fuerte, que es la oposición histórica, podría allanar el camino para postular que pueden hacer muchas cosas de mejor manera, aunque no lo hagan como lo ha demostrado César Jáuregui Moreno al frente de sus diputados locales.
Y en eso de que el ingenio puede llegar a ser contraproducente, estoy de acuerdo con una salvedad. Ese ingenio tan sólo ha servido para esquivar el debate real de esta contienda, lo que está oculto. Por un lado, los candidatos siervos de Duarte, que a lo más están ocultando una pretensión que es construir un maximato en la cima del cual se encontraría un adefesio político apellidado Duarte. Lo mismo se puede decir de los azules: al menos tras dos campañas -la de Blanco en Chihuahua y la de Mata en Delicias- están inscritas no en la pretensión de ejercer una representación política a través del cargo que buscan, sino un posicionamiento futuro por la gubernatura. De ahí que sus críticas a la corrupción duartista ni siquiera son pálidas sino que están ausentes. En esto se da un amasijo de falta de autoridad moral para la crítica o de silencio absoluto frente al escándalo Unión Progreso, que tiene su epicentro en Delicias. Usar el ingenio en estos temas les resulta contraproducente y así le permiten navegar en aguas procelosas a una cómplice de la corrupción, cual es Liz Aguilera, a un delincuente duartista como Carlos Hermosillo y a un cantante (no cito su nombre porque me gusta la buena música) que llegó para avergonzar a los maestros de la política del grupo Delicias, que sabíamos que bailaban bien los valses pero no las zapateadas. Que de este grupo se apiade Maquiavelo, si dios y sus vicarios los olvidan.
La moraleja que podríamos sacar a este momento es que si el ingenio no reditúa, se le apuesta a la sosería, a la torpeza, a la memez y a la simulación de que es inocuo cuando la realidad es, me refiero a los candidatos del PRI, que ya se preparan para más puñaladas contra el pueblo. Quiero decir con esto que tener cara de tonto, y además serlo, prodiga dividendos al viejo partido.
Tengo mis reservas de que los electores quieran fiabilidad y simplicidad. Creo que los ciudadanos no están a favor de la estupidez en las campañas electorales, ni a favor de los mediocres. Lo que falta es una izquierda política social y electoral que se ponga en acción. La que fue encabezada por el PRD hoy vive de prestado y tiende a la merecida extinción. MORENA debe entender que el México de los caudillos quedó mucho tiempo atrás y que los caudillos del pasado tuvieron la ventaja precisamente de ser caudillos, traer la tropa atrás. De ahí que para algunos es válido conjeturar que transitaremos a un bipartidismo PRI-PAN, toda una tragedia para el país, de llegarse a consolidar ese anhelado proyecto que anida aquí y al norte del Río Bravo. Así las cosas, las campañas actuales no tienen color, carecen de sabor y, para todos los efectos lingüísticos, son cosa inodora.