Tal parece que el Congreso del Estado deberá emitir un nuevo extrañamiento al fiscal de la zona centro, Sergio Almaraz, porque si el primero –así haya estado envuelto en la tibieza cómplice del hortensismo duartista– tuvo el propósito de obligarlo a medirse en sus declaraciones respecto al doble homicidio de los jóvenes panistas Martín Alonso Colmenero Ledezma y Francisco Javier Aguilar Siller, el segundo habría de representar un exhorto para que contenga sus acciones. Es decir, cada vez que habla y cada vez que actúa, Almaraz pone en jaque a la Fiscalía del Estado, en la que por cierto sigue estando ausente el papel de algún asesor que oriente, cuando menos, las apariciones públicas de sus funcionarios, incluido el papas fritas de la institución, Jorge González Nicolás, que junto a su subordinado referido, nomás no pueden comer sólo una.
El segundo caso, que casi raya en la ignominia, en la paradoja risible, en lo impensado, es que Sergio Almaraz, a nombre de la Fiscalía General del Estado, acaba de “firmar un convenio” con la casa de empeños (en mi tierra siempre les han dicho usureros, por su actividad) denominada First Cash, ¿sabe para qué?, pues para “localizar a personas que hayan robado algún artículo”, teniendo a esta empresa como supuesta carnada. Sí, leyó usted bien: todo mundo sabe que, a discreción, estas casas de empeño siempre han hecho acopio no sólo de objetos legítimos sino también de artículos de dudosa procedencia y, en lugar de someterlas a investigación, las eximen de antemano, con firmas de convenios, haciéndolas aparecer no sólo como ajenas de la larga cadena delictiva, sino como adalid de la justicia y la honestidad.
La lógica corrupta de la Fiscalía es la misma que aplica para otros delitos: en lugar de aprehender a los verdaderos capos del crimen organizado, recargan todas su baterías contra los vendedores de a pie, es decir, con quienes controlan la parte más delgada –por tanto, menos rentable– de la cadena productiva de los giros negros chihuahuenses.
Como si descubriera el hilo negro, Almaraz ha declarado que las casas de empeño son “grandes aliados” en el combate a la delincuencia, pero se hace de la vista gorda para no decir que estas empresas han sido también grandes aliadas de los vendedores de objetos producto del robo y la extorsión. ¿O entonces para qué firman convenios para combatir este tipo de delincuencia, si no la hubiere, con la permisividad precisamente de dichas casas de empeño?
Los pactos que Almaraz suscribe con el diablo, son del mismo tipo que el duartismo y algunos de sus candidatos chihuahuenses han firmado con la corrupción y la impunidad: Liz Aguilera, cuando fue Contralora, se tapó los ojos para no ver los números rojos del erario y en favor de Duarte; por su parte Carlos Hermosillo, candidato en Parral, es el caballito de batalla de las corruptelas del cacique mayor, convertido, vertiginosamente, en otro de los millonarios de este sexenio que todavía no termina.