¿Para qué hablarle a un gobierno que no sabe, no puede y no quiere escuchar? La pregunta encuentra una respuesta para explicar el por qué en Chihuahua el diálogo de la sociedad con el gobierno es imposible. No se puede conversar con el que, de inicio, te dijo que el poder es para poder, y la deriva de todo esto son los hechos que expresan la caducidad de la grandilocuencia de un gobierno encabezado por un mitómano.
No son pocos los que nos han cuestionado por qué organizar una marcha en silencio y el cuestionamiento es correcto: hay que expresar las razones, al menos las mías. El silencio como tema es difícil de abordar, lo reconozco. Algunos lo han hecho privativo de la poesía, pero creo que puede llevarse igualmente al terreno de la política, ya que un discurso –parafraseando a Carlos Monsiváis– debe contener al mismo tiempo los sonidos del silencio y los de la voz alta. Me explico: aquí el silencio es lo que resultará sonoro, porque a final de cuentas no es más que otro nombre de lo real, de lo que tenemos; en tanto que lo real no se agota en un simple nombre: el pronunciar César y su corrupción no lo dice todo, porque invocar ambas palabras provoca el reconocimiento de una realidad con mayor hondura, que se enraiza en un régimen de abuso en el que la política se troca en delito y el delito en la vía más rápida para el enriquecimiento exponencial que sienta la base para la reproducción de un poder que luego aparece incontrastable.
Desde aquí resulta lógico deducir que el silencio del espíritu puede redundar en sabiduría para encausar la fuerza del pueblo. Esto no riñe con la idea de que hay siempre que interpretar las cosas, hablar siempre, sugerir o imponer significados. El silencio ayuda a reconocer en el viento que respiramos los anhelos de una sociedad harta de los agravios, porque sin duda los ríos más silenciosos siempre resultan ser los más profundos. Un ejemplo: a la hora del Centenario de la Independencia, Porfirio Díaz fue recibido en Chihuahua con arcos de triunfo, desde la primera estación del ferrocarril hasta llegar a Ciudad Juárez, y el río profundo donde estaban los rancheros, los olvidados, los agraviados, los condenados, muy pronto se levantaron en armas y obligaron a la renuncia del anciano dictador.
Unión Ciudadana, al convocar a la Marcha del Silencio, recuerda esto:
La voz alta…
Ésta se encuentra en la denuncia penal presentada ante la Procuraduría General de la República contra César Horacio Duarte Jáquez, gobernador del estado, Jaime Ramón Herrera Corral, secretario de Hacienda y Carlos Gerardo Hermosillo Arteaga, actual candidato del PRI a una diputación; en la insurgencia que llevó a un nutrido manojo de hombres y mujeres que apelaron a su ciudadanía, despojándose previamente del miedo paralizante; en el Punto de Acuerdo de un senador comprometido con su pueblo, que planteó que esa parte del Congreso de la Unión exigiera la investigación de César Duarte, para cerrarle el camino al pacto de impunidad y corrupción que sustenta a la clase política decadente, hoy en el poder. Esta voz alta se escuchó en todo Chihuahua el 28 de noviembre en el Auditorio Municipal, se replicó en Cuauhtémoc, Creel, Ciudad Juárez, Ciudad de México, Ojinaga, Madera, Parral, Jiménez y crece bajo la divisa de que es un movimiento que no lo para nadie. Decidida a no recibir afrentas, la misma voz rechazó la camorra y la provocación el 28 de febrero a las puertas del palacio de gobierno en la capital chihuahuense; se ha escuchado en discursos, videos, volantes e infinidad de artículos, y si no ha sido mayormente escuchada es por la complicidad de los medios de comunicación, vendidos al poder y preconizadores del silencio pernicioso que aliena a la sociedad.
Por voz no ha quedado, ni quedará. Se trata de sonidos que aglutinan porque, más allá de su exactitud o coherencia, van rubricados con la bandera de la honestidad y la honradez. Unión Ciudadana es invencible porque no va a claudicar nunca y esa voz por eso es potente y vigorosa.
La del silencio…
Marchar en silencio no es la expresión de la mansedumbre de la sociedad finalmente sometida. No es el progresivo y masilento paso con que abre y cierra la película El huevo de la serpiente, de Ingmar Bergman. Se quiere expresar que aún sin hablar, con la simple expresión corporal, de las bocas amordazadas, las lágrimas en los ojos, la rabia contenida, se le puede decir a la tiranía que ya nos hartó, que no la queremos, que deseamos que se vaya y que estamos dispuestos a lograrlo. También es la oportunidad para repensar nuestro momento, en el sosiego y el silencio que requiere la reflexión, sobre una perspectiva profunda y posible para un país que ya no quiere vivir en la corrupción política y que ha optado por reivindicar el Estado de Derecho en toda su extensión y, sobre todo, el establecimiento contundente de la rendición de cuentas, entendida como la posibilidad de fincar responsabilidades a quienes encabezan las instituciones de la república, sean o no de elección popular.
El silencio es hoy, este sábado 18 de abril en la ciudad de Chihuahua, sinónimo de que el instrumento popular ha alcanzado el suficiente temple para emprender la batalla. Si alguien lo confunde con renuncia, mansedumbre, abdicación, sosiego obsequioso y arreo de banderas, allá ellos. Sólo es ese momento en que la vergüenza (Karl Marx, Octavio Paz) ya es una revolución, por ser una especie de cólera replegada sobre sí misma y porque cuando todos se avergüenzan, es como el león –en ese momento en silencio– que se dispone a dar el salto.
Y si el silencio sólo sirviera para reflexionar lo que estamos haciendo, su pertinencia ética, bienvenido. Nunca olvido lo que un día Jesús de Galilea le dijo al fariseo Nicodemo, miembro del Sanedrín: “No sabes de dónde viene el viento, ni a dónde va”.
Pero como en esto lo que se debate son cosas del pueblo, tengo la certidumbre que el viento que corre, no sólo por Chihuahua sino por el país entero, viene de la energía de una sociedad, desconfiada del poder, previsiblemente desobediente, que ha dicho ¡basta a la corrupción! y que barrerá –ese es su destino– con el régimen de impunidad a que tienen sometida a la nación, a la república.
No estamos aturdidos: emplearemos, sin duda, la voz alta cuantas veces sea necesaria y agitaremos el filo del silencio cuando sea oportuno. Ya la dijo el viejo sabio de la Grecia legendaria: “Hay que poner a las palabras el sello del silencio y al silencio el sello de la oportunidad”.
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Mensaje dirigido con motivo de la Marcha del Silencio, el sábado 18 de abril de 2015, en la Plaza de Armas de la ciudad de Chihuahua.