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De un tiempo a esta fecha he pensado que los gobernantes de Chihuahua –Duarte es un simple cacique, por lo que le aplica a mayoría de razón lo que voy a decir– han reescenificado las prácticas del dictador dominicano Leónidas Trujillo; quiero decir que los ejemplos de éste han crecido aquí como verdolagas en huerto descuidado, para desgracia de la justicia. Aludo a este antecedente porque la Fiscalía General del Estado se ha adelantado a propalar una causa “pasional” en el despreciable crimen de Martin Colmenero y Francisco Aguilar y sacar raja política. Recuerdo esto extraído de la lectura de La fiesta del chivo, donde Mario Vargas Llosa narra cómo el dictador mataba doblemente a sus perseguidos, y esto de matar doblemente consistía en hacerlo físicamente y además añadirle algo, que en la conciencia ordinaria provoca un dolor adicional porque las buenas conciencias así lo disponen. Trujillo, cuando mataba, se encargaba a través de sus policías de recoger el cadáver, para luego inyectarles semen por el recto y generar la “evidencia” que en un país machista como la isla dominicana, era más que bochornoso. Dos muertes en una. Frecuentemente no había pena para el homicidio, pero sí victimización de los deudos. Cambiando lo que haya qué cambiar, es lo que ha hecho la Fiscalía de Jorge González Nicolás.

La noticia de la causa del doble homicidio la generó el fiscal de la zona centro, Sergio Almaraz, un arrogante y déspota jefe al que ya no soporta el personal a su cargo. Se trata de un funcionario siempre muy bien perfumado y acicalado, coordinado con corbatas moradas que combinan escrupulosamente con el tono exuberante de la camisa, el color de los finos calcetines, los tirantes y el brillo del charol en el calzado. Este fiscal y vocero del duartismo, de voz pausada, ha señalado y a la vez victimizado doblemente a los que fueron arteramente privados de sus vidas. Muchas dudas flotan en derredor de este estrujante caso, pero una sola certidumbre sobresale: una versión precipitada y de contenido que no deja lugar a dudas en cuanto a su empleo político-electoral. No hay pudor tampoco, la experiencia no es cierto que siempre modifique las conductas para hacerlas serias y plausibles. Algún día del pasado este vocero pasó por un suceso similar, pero eso qué importa cuando de servir a un cacique se trata.

El caso dará de qué hablar y ojalá los dolientes, familia y partido, adopten la más seria y valerosa actitud ante un atropello más. Aunque suena a lugar común, no está demás decir ¡en manos de quién está la justicia!

 

La orquesta del PRItanic

 

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Dentro de la andanada de caprichos promocionales que el duartismo ha derrochado con dinero del erario y antes de entrar en vigor la mal llamada veda electoral, se encuentra el anuncio de que, a partir de ya, las escuelas de Chihuahua contarán con orquesta y equipo de basquetbol. ¡Ahora sí se voló la barda Marcelo González Tachiquín!, destronando su propio récord agorero, el que tenía cuando mandó a vacaciones a los imberbes, rebeldes y cuestionadores estudiantes de Chihuahua.

Pero en sus intenciones lleva la contradicción: ¿cómo que va a crear equipos de basquetbol en las escuelas que toda la vida, casi por tradición, han tenido equipos de básquetbol? Lo que sí resulta verdaderamente descabellado es la creación de ¡mil orquestas! para igual número de centros educativos de educación básica. Si se indaga un poquito, podrá darse cuenta de que ni en Alemania, con su enorme historia musical y donde se tiene uno de los mayores números de orquestas de todo tipo (trescientas, según estimaciones de expertos) es tan abundante la cifra, a menos de que Tachiquín tenga la consigna, una vez más, de poner a Chihuahua como punta de lanza internacional. ¿Recuerda cuando a este funcionario Tachiquín lo enseñoreó demagógicamente su jefe Duarte como el impulsor de una de las reformas pensionarias más ambiciosas del planeta?

El nombre de este proyecto está dictado por los gustos del cacique y por eso se cobija bajo la figura de Francisco Villa, en lugar de escoger a alguno de los músicos notables que ha dado la localidad. Pero todo sea por agradar sumiso al mandamás, que por cierto tomó la batuta para “dirigir” a un racimo de infantes que ejecutaban en aparatos de madera y viento. Pero más allá de todo esto, que no es otra cosa que una acción netamente demagógica, uno se pregunta: ¿cuántos maestros de música –y es dable pensar directores– se van a disponer por todo el territorio del estado?, ¿cómo se les va a pagar?, ¿cuántos pianos?, ¿cuántas tubas, fagot, oboes, cornos, timbales, violines, arpas, chelos, trompetas, cuadernos de partituras y demás instrumentos que ni siquiera las escuelas de música establecida tienen en propiedad para formar, ya no digamos miles, sino cinco conjuntos que tengan el rango de orquesta?

El secretario de Educación, Cultura y Deporte cree que le puede tomar el pelo a todo el mundo con estos rimbombantes anuncios, que dicho sea de paso, el tiempo de que dispone para desplegar su plan está poco más que acotado. ¿No se ha dado cuenta que colabora en un gobierno a punto de concluir en términos reales? Parece que no. Pero como en la coyuntura se le ha asignado un rol muy activo, él mismo se tiene que cubrir con demagógicos y ambiciosos planes que muy pronto descenderán del cielo duartista, como aquellos memorables globos de Cantolla.

Si hubiese interés en la educación musical, real y auténtico, se debería disponer de la consolidación de lo poco que se tiene, porque realmente es muy poco. Ni siquiera, por poner un ejemplo, hay en las bibliotecas del estado (incluidas las universidades) ejemplares del Diccionario Enciclopédico de la Música (Diccionario Oxford), recientemente publicado por el Fondo de Cultura Económica, menos va a haber los suficientes instrumentos de diverso tipo para pertrechar mil orquestas. Hasta donde yo sé, sólo el Conservatorio Municipal de Chihuahua tiene en su acervo un ejemplar que le obsequié hace dos o tres años. De tal manera que tengo para mí que González Tachiquín, en el caso que me ocupa, ha cometido un exceso proverbial, digno de un tres de dianas de la banda de Chihuahua, y eso por encargo.

Ignoro si cuando concluyó González Tachiquín la exposición de su musical plan, tocaron teponaxtles y chirimías. De lo que sí estoy cierto es que el legendario dios griego de la música, Orfeo, no le habría dispensado un solo de su pífano. Por último, una sola pregunta ronda por el palacio de gobierno: ¿arma Tachiquín la orquesta del PRItanic? Sólo un iceberg lo dirá.