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Ahora resulta que la Heineken, la gran cervecera global, que por cierto desplazó a la industria mexicana, vino en auxilio tanto de Peña Nieto, que es realmente quien anunció la inversión que se hará en Meoqui, como de César Duarte, que se colgó al evento que se ha festinado grandemente como una soberbia inversión. La columna GPS, del periódico cuyo nombre no quiero acordarme, hace un pertinente recuento de la historia de esta decisión. Nos actualiza la memoria cuando reseña que esta planta lleva esperando para su construcción algo así como treinta años, cuando México y la región vivían en una atmósfera muy diferente en materia de seguridad pública. Y es correcta la anotación, a mi juicio, porque eso de que hoy utilitariamente se tome el tema de la seguridad para realizar la edificación de una planta importante sin duda, suena a favor de dos gobiernos en grave crisis de confianza: tanto el de Peña como el de Duarte, cuyo común denominador que los caracteriza es la corrupción política descomunal.

En la narrativa de la columna mencionada se precisa que hace diez años por complicaciones financieras de la empresa su establecimiento se malogró. Cabe recordar que por aquellos años y para posicionar la marca, esa cerveza se vendía a precios irrisorios y hoy es de las más caras y, para mi gusto, no de las mejores. Pero ya ahondando en el tema, la columna resalta que Marc Busain recordó ubicación estratégica, exportadora y facilidades en el gobierno, en el federal que tan bien procesa esto, esperamos no con regalos de casablancas y otros por el estilo.

GPS habla con razón y nos dice que este tercer anuncio sea el definitivo y compartimos su deseo porque en realidad el empleo en Chihuahua no se ha recuperado, de acuerdo a lo que nos dicen los voceros oficiales y oficiosos.

Pero más allá de todo esto, llama la atención cómo los gobiernos federal y local se están agarrando de cualquier clavo ardiendo para presentarse ante la sociedad, en particular el de César Duarte, que fue invitado al anuncio, y llegó con buena parte de su pandilla a aplaudir a Peña Nieto y Busain como si ese fuera el espaldarazo que necesitan para recuperar credibilidad. Por cierto hoy por la mañana imaginé un diálogo entre Peña Nieto y Duarte, que ahora reproduzco, sólo para documentar el optimismo de los lectores:

––EPN: ¿Cerveza clara, mi gober banquero?

––CDJ: Mejor una negra Tomasa.

 

De cortinas de humo: la muerte de dos encuestadores del INEGI

 

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Jesús Manuel Pérez y Erick Fabián Paredes.

Finalmente llegó la trágica noticia: con huellas de tortura y asesinados con armas de fuego, se encontraron en el municipio de Urique, concretamente en Bahuichivo, los cadáveres de Erick Fabián Paredes y Jesús Manuel Pérez, jóvenes que se desempeñaron como encuestadores del organismo autónomo conocido como INEGI por sus siglas. Ellos laboraban para realizar la Encuesta Intercensal 2015 en el municipio de Urique e inicialmente fueron reportados como desaparecidos, para luego ser localizados sin vida. Se trata de un asunto de la mayor gravedad porque no se puede ocultar que son agentes al servicio del Estado que por desempeñar su función en zonas apartadas de las grandes ciudades, padecen la vulnerabilidad de la delincuencia. Es un caso que el duartismo pretende velar, dejar en la oscuridad y se aprovecha, pongamos por ejemplo, la detención de una banda de colombianos para ocupar la atención pública cuando hay dos vidas segadas, precisamente por la inexistencia de esa seguridad que sólo está en la mente del cacique mayor de Chihuahua.

Y todavía más lamentable: el anuncio de una inversión multimillonaria en una cervecera gana en tamaño de nota periodística y a la muerte de dos jóvenes servidores públicos se les da el rango de cosa menor. Cualquier parecido con la moraleja que aporta la película La dictadura perfecta, no es ninguna coincidencia. Enviamos un abrazo fraternal a las familias de los encuestadores y un reclamo puntual para que haya justicia.