Un grupo de gobernadores, priístas, se deshacen el día de hoy en elogios al Ejército Mexicano; además nos recuerdan que el presidente de la república es el comandante supremo de las fuerzas armadas del país, como si no lo supiéramos, lo que no habla bien de nuestra república, si tomamos en cuenta que en los países avanzados tal cargo corresponde a civiles, para decirlo en general. Los gobernadores cada vez que pueden, y de manera más recurrente, adulan al Ejército, le hacen reconocimientos, acometen todo tipo de actos de cortesanía. Pareciera que añoran el viejo militarismo mexicano, especialmente el del siglo XIX que tan malos saldos deja en la historia nacional. En paquete, los gobernadores pasan lista de presente, como que cada vez son más dependientes de la fuerza castrense que del civilismo en el que estamos inscritos la mayoría de los ciudadanos y, por si fuera poco, la Constitución.
No desconozco hechos fundamentales, como el origen popular del ejército constitucionalista, que emana del Plan de Guadalupe que se promulgó para luchar contra la usurpación de Victoriano Huerta. Tampoco ignoro que en la raíz del actual ejército está la aniquilación del viejo ejército porfirista que fue derrotado principalmente por la División del Norte en Torreón y Zacatecas. Tampoco el mejor papel que pudo jugar en las etapas posteriores a 1929. Pero no olvido que ese ejército se deshonró en muchas ocasiones, baste decir el 2 de octubre de 1968 y en no pocos actos de represión en el que obreros, campesinos, maestros, estudiantes, fueron reprimidos por la fuerza castrense desempeñando actividades que salen de su competencia o estatuto constitucional. Tlatlaya es un estigma del presente. En el pasado reciente, la controversial “guerra” contra el crimen organizado, y en especial el narcotráfico, deja saldos de deshonra. De esa “guerra” el ejército salió sin honores, pero permitió, en varias regiones, que las peores formas de gobernar permanecieran inalteradas, para desgracia de la sociedad mexicana.
Con esa premisa podemos explicar el por qué de la lambisconería de los gobernadores y el por qué –cosa más grave– los militares están dispuestos a recibir estas lisonjas y a vestirse con el oropel de los gobernadores jilgueros. Las fuerzas armadas en general, y en particular el ejército, tiene deudas y le debe explicaciones al pueblo de México, porque si todo eso se quiere lavar con loas y ditirambos de los caciques locales, la verdad que ese capital no les alcanza.
Papa Francisco: algo es menos que nada
Mientras en Chihuahua la ultraderecha conservadora grita y grita en contra del matrimonio igualitario, que viene porque viene, a pesar del golpe de Estado que propone Ausencio Miranda Weckmann, arzobispo de Chihuahua, el Papa Francisco, en las celebraciones del Miércoles de Ceniza, en el corazón mismo de la llamada Ciudad Santa, les da asientos especiales a los católicos homosexuales. Un hecho sin precedente; y así en la audiencia general del pontífice, homosexuales y lesbianas tuvieron un sitial que nunca antes se les había concedido. Bien por Francisco, pues a final de cuentas algo es menos que nada.