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Como se sabe públicamente, el gobierno del estado de Chihuahua, con recursos fiscales que podrían tener mucho mejor destino, gasta cantidades enormes de dinero en medios de comunicación. Circula una tabla en la que a un lado del nombre del medio figuran los muchos millones de pesos que se le pagan, teóricamente para que el quehacer gubernamental se difunda y se entienda entre la población. En realidad sabemos cuál es la esencia de todo esto, de lo que ahora no nos ocuparemos. De lo que queremos hablar es de cómo un tema tan sencillo de explicar y de entender, como es el cobro de los recibos de luz o electricidad, se está realizando en Chihuahua. Si esta tarifa es modificable, si hubo mutación de tarifa, por cuánto tiempo, si es retroactiva, si está subsidiada, si la paga o no el gobierno y si dentro de ese gobierno figura el de Chihuahua. Cosas sencillas como ir al mercado y ver los precios del frijol, el maíz, las tortillas, la gasolina de todos tan conocida, y el ejemplo que usted quiera idear.

Pues en el caso de las tarifas, esto es lo que se llama un margallate, palabra que no extraña a nadie, es un mexicanismo que sale a flote de sexenio en sexenio. Es más, hay más confusión en el tema y dificultad en su comprensión que desentrañar el genoma humano.

¿Sería posible que los inútiles de Comunicación Social del gobierno del estado le dijeran a diez medios que reciben más de 1 millón de pesos, que expliquen con manzanitas de qué se trata? Porque acá abajo, en el pueblo pueblo, lo que ya se piensa es que es un error más que evidencia el populismo duartista y que por eso casi se trata de un confuso modelo para armar.