La recuperación de la seguridad en el país y en Chihuahua es uno de los mitos que más se manejan en el discurso político del poder. Está en boca de Osorio Chong, de Duarte y de los funcionarios que tienen la obligación de referirse al tema con notas positivas. En los días pasados y concretando en nuestra región, hay muestras más que evidentes de que esa seguridad está agarrada de alfileres. En Camargo fue asesinado quien fuera notable ciclista, Jorge Andy Rodríguez Gallegos; previamente había sido “levantado” y luego apareció su cadáver en las afueras de esa ciudad. Ayer por la noche en la ciudad de Chihuahua el empresario Martín Anchondo fue ejecutado en la típica forma que se emplea para causar escándalo: con cuernos de chivo, baño de plomo, vehículo reducido a una coladera y un hombre muerto por una cuadrilla de sicarios. Los medios prácticamente se reducen a decir cómo murió y que su cuerpo fue trasladado al SEMEFO para la autopsia de ley; seguramente después nada sabremos.
Breve reflexión reclama lo que sucede en el fronterizo municipio de Ascensión, donde la población en el hartazgo por el abuso de la Policía Federal, tomaron su comandancia y pusieron énfasis sobre el desempeño abusivo de este cuerpo policiaco al que no se le ve del lado de la sociedad sino de ilícitas conductas. Hicieron renunciar a un elemento de la corporación pero no se duda por esta columna que se trate simplemente de un traslado a otra parte para no perjudicar a la institución.
Son tres botones de muestra que nos hablan de una realidad que ya se fue, que no existe, pero sólo en los discursos de quienes engañan a la sociedad para su conveniencia y permanencia en el poder. Lo dijimos en otro momento, ahora lo ratificamos: probablemente el crimen organizado sí sabe jugar a la guerra de la pulga. Probablemente Osorio Chong ya había dejado Chihuahua después de degustar algunos manjares en el restaurante sexenal La Casona, cuando le recordaron con un deleznable crimen, como el del empresario Martín Anchondo, que Chihuahua sigue siendo zona de peligro y que de éste sólo están a salvo los que se mueven en un convoy fuertemente pertrechado, precisamente con el que se desplazan los jilgueros de este mito de la seguridad.
Garfiana filosofía: vaca de dos amos, ni da leche, ni come grano
Se comenta que hay una contradicción entre la senadora Lilia Merodio, magnánima cuan extemporánea protectora de abuelitos, y el ballezano Javier Garfio Pacheco. Resulta que éste despidió de su trabajo en el municipio a Paola Arroyo: el pecado de esta priísta fue no pedir autorización para ayudar a la Merodio en el evento de los abuelos, mostrando así una preferencia política que disgustó al alcalde de Chihuahua. En otras palabras, se evidencia la concepción harto patrimonialista del alcalde, que piensa que toda la administración pública municipal son su cortijo y con vacas de su exclusivo corral y por tanto no han de brincar las trancas. O sea, la estupidez de construir una “administración” a partir estrictamente de las lealtades personales. Se dice que la senadora va a propiciar que la sangre llegue al río por este asunto. Sinceramente lo dudo porque de las alturas vinieron a imponer orden y disciplina a las puertas de una elección federal en las que el PRI anda muy abajo en las preferencias electorales, de lo que sólo se puede beneficiar, inmerecidamente, un PAN en bancarrota.