
MORENA: una transformación al revés
Suele sucederle a los líderes políticos, sobre todo a los que alcanzan altos niveles de poder. En el trayecto de sus vidas se enajenan, y si un día se mostraron revolucionarios, poco a poco van dejando de serlo sin darse cuenta; si proclamaron que eran honestos, sucede lo mismo, pero se advierte más porque la riqueza no se puede ocultar.
De alguna manera es lo que estamos viendo que le sucede a morenistas de primer nivel; ¡ah!, porque hay niveles en ese partido.
El fenómeno es complejo y lo han abordado lo mismo grandes filósofos que enormes literatos. De los primeros podemos decir que se ocuparon de magnas figuras como Julio César o Napoleón, Lenin o Stalin. De los segundos podríamos señalar dos o tres que no tan sólo examinaron las personalidades destacadas, sino también el cambio de las sociedades en que vivieron.
Así, por ejemplo, es importante la obra de un Balzac, Stendhal, y qué decir Stefan Zweig, quien antes de suicidarse en Brasil nos dejó su obra El mundo de ayer, al que ya he comentado en otras ocasiones.
Pero es figura notable en esto que reseño la obra de Alexis de Tocqueville, que para la generalidad se agota en la referencia a La democracia en América, sin duda un texto monumental, publicado en español desde el siglo XIX y en la actualidad por el Fondo de Cultura Económica, con un prólogo de Enrique González Pedrero. Pero se suele pasar de largo un trabajo de gran relevancia para entender los cambios de régimen que se han dado en el mundo, aunque el francés examine el de su patria, luego de la Revolución francesa y la Restauración.
El texto que voy a reproducir lo he tomado de su obra El antiguo régimen y la revolución, que si lo vemos con atención nos ayudará mucho para entender las mutaciones de los morenistas cupulares.
MORENA se han transmutado en la figura de sus personajes: Adán Augusto, Fernández Noroña, Monreal, y toda la caterva de hipócritas que viven –y muy bien– en ese partido. Va la frase tocqueviliana:
“El partido revolucionario que ocupaba el poder, también había conservado, en el estilo oficial, toda la retórica de la Revolución. Lo último que abandona un partido es su lenguaje, ya que en los partidos, como en todo lo demás, el vulgo impone la regla en materia de lenguaje, y el vulgo está más pronto a abandonar las ideas recibidas que las palabras aprendidas. Cuando se releen las arengas de aquella época, se observa que ya nada podía decirse con sencillez. En ellas, todos los soldados son guerreros; los maridos, esposos; las mujeres, fieles compañeras; los hijos, prendas del amor. No se habla nunca de honestidad, y sí de virtud, y siempre se promete nada menos que morir por la Patria y la Libertad.
Lo más miserable es que la mayoría de los oradores que lanzaban estos discursos estaban ellos mismos casi tan cansados, hartos y fríos como los demás; pero es triste condición de las grandes pasiones, que al agotarse sus huellas sobrevivan en el lenguaje mucho después de morir en los corazones. Quien no hubiera oído más que a los periodistas, igual hubiera podido creerse en el seno de la nación más apasionada por sus libertades y más pendiente de los negocios públicos. Jamás su lenguaje había sido tan fogoso ni nunca tan vivos sus clamores como en el momento en que iban a callarse (…). Si se quiere conocer la verdadera fuerza de la prensa, no hay que atender a lo que dice, sino a cómo se la escucha. Es su mismo ardor en el que a veces anuncia su debilidad y presagia su fin. Sus clamores y sus peligros tienen a menudo la misma voz. Si grita tanto es porque sus auditorios están sordos, y es esta sordera del público la que acaba permitiendo un día reducirle impunemente al silencio”.
Cambiando lo que haya que cambiar, esto es lo que sucede con el discurso morenista; contrastan los hechos con la realidad. Una cosa fue toda la insurgencia de López Obrador y otra es lo que vino después. Y vaya que él tomó el concepto de “antiguo régimen” para ofrecer sus cambios. Pero el régimen que trajo consigo se ha puesto al margen del espíritu de la Constitución de 1917, hoy desfigurada al concentrarse todo el poder en la Presidencia de la república.
Sí que se enajenan los líderes políticos.

