Llega a su fin el período presidencial de Andrés Manuel López Obrador y se inicia otro largo sexenio, lo digo así porque quisiera que estos períodos fueran de 4 años. Empieza el momento en el que Claudia Sheinbaum debe construir su propia Arca para sobrevivir al diluvio. Más allá de su abultado triunfo electoral, hasta ahora se ha visto incapacitada para construirla. El marinero que ha acompañado se cree el único navegante sobre la tierra, a pesar de que en ocasiones solo se le veía diestro en el manejo del astrolabio.
Todos esperamos el discurso inaugural, aunque podamos decir que por las vísperas se sacan los días obradoristas que se han anunciado, pero no habría riña y sí zalamería. Pero hay que esperar para intentar producir buenas opiniones y mejores análisis de los tiempos y hechos que configuran un peculiar momento de México.
Por lo pronto circulan un par de falacias: la renuncia y la licencia a MORENA que produjeron López Obrador y la señora Sheinbaum, respectivamente. Del primero es entendible que después de él podrá llegar el diluvio, de la segunda, solo una distancia que contribuya a que se vea al partido oficial como separado del gobierno y el Estado, lo que es prácticamente imposible. Sin las cohesión que da el poder, el peso del manejo de los presupuestos y el uso clientelar de todos los programas sociales y en particular la modulación que les pueda imponer la presidenta electa, MORENA es algo así como un enclaustramiento de alacranes en una botella.
En una línea que ya tiene más de cien años de imperar en el país, gobierno y partido oficial alimentan la perspectiva de lo que será MORENA como aparato al servicio de la presidencia para su legitimación primaria o secundaria o lo más grave que el diestro manipulador que llega al fin de su mandato continúe con muchos de los hilos en la mano y permanezca operando en calidad de hombre fuerte, líder moral o máximo. Todo eso está por verse dentro del gran paquete que se irá desbrozando a partir del discurso que de alguna manera impondrá el sello del porvenir inmediato. Escucharemos, veremos y en las modestas posibilidades que tenemos los ciudadanos actuaremos de acuerdo a nuestra conciencia y convicción.
Empero, en consecuencia de esto último deseo de manera sumaria señalar algunos puntos: el sistema de partidos políticos está colapsado y en particular no hay una izquierda democrática que hoy por hoy esté dando muestra de rearticularse para lo que viene y cuando afirmo esto tengo por premisa inequívoca que lo que representa MORENA —gobierno, partido y movimiento— no es la izquierda de la que hablo y ninguna otra.
Cuando López Obrador llegó al poder y expuso sus 100 compromisos, jamás nos dijo que pasaría a una tarea de destrucción institucional del país sin ofrecer la instauración de un sistema democrático con división de poderes, equilibrios, contrapesos, Estado de derecho y sin el acrecentamiento del ahora omnímodo poder presidencial cimentado en la preservación del neocorporativismo y la militarización.
La construcción de un proyecto que se oponga y resista en la etapa que viene, ha de ser orientado con un programa bien decantado en todos y cada unos de sus propósitos y metas, se deberá echar mano del optimismo de la voluntad para rebelarse. El partido democrático en el que estoy pensando, debe dejar atrás viejo atavismos de la izquierda tradicional que nos deja, en el balance que ha sido MORENA, el insoportable espesor del culto a la personalidad de un solo hombre, y el autoconcebirse como vanguardia histórica, que se va a fortalecer con todos los movimientos de fuera de él, respetando su autonomía al margen de convertirse en un conjunto de estamentos manipulables. El ágora pública no busca un tutor eterno y amadísimo, sino la presencia y fortaleza de la ciudadanía, gran ausente del proyecto democrático en México.
Sé que de diversas fuentes, fuera del oficialismo han elaborado proyectos serios y consistentes de prospección. Sin afán de exclusivismo, hay que tomarlos en cuenta y despojarse de creer que la verdad solo está en el centro del país, donde hay venerables que hay que respetar por sus aportes.
La panoplia es grande y no es propiedad de nadie, además, hay que deplorar que los héroes están fatigados o migraron a la nómina después de la faena transicional que naufragó a los pies del ídolo que estorba que su discípula construya la propia Arca.
Porque como hipótesis no hay que perder de vista que se tendrá que hacer cargo de los saldos que le dejan, del debe que no se puede vadear y aquí hago una paráfrasis: lo peor del obradorismo es lo que viene después.
Un diluvio es posible.