La gobernadora Maru Campos, en medio del desastre electoral, plantea refundar al PAN e incluso habla de un “gran cisma”. Son los términos que aparecen después de un desastre.

De aquel PAN  de mística en “brega de eternidad” quedaron las ruinas de dos indigestiones: la “neopanista” que los hizo neoliberales a ultranza y la del poder y la nómina. No pudieron sortear los efectos de esto y aquí están los resultados.

Con los neopanistas se entregaron sin tapujos algunos de los negocios, la corrupción y el patrimonialismo y con el poder se empacharon y terminaron en brazos del PRI, el peor PRI: el de Alito Moreno.

No está muerto el PAN, en honor a la verdad y a los hechos, pero de que apesta a cadaverina no hay duda.

Se trata de un partido que en un tiempo fue pan duro, de ayer, frío; hoy es PAN quemado.