dos-discursos2-25jul2014

A Ramón de Campoamor, un poeta ya olvidado, lo marcó en la lengua española aquellas palabras que hablan de un mundo traidor en el que todo es del color del cristal con que se mira. Seguramente quiso matizar lo absoluto, propiciar la duda, sembrar las reservas en relación a lo que se hace y sus porqués, pero sobre todo lo que se dice o afirma que se hace. En la coyuntura mexicana, luego de las reformas en materia de telecomunicaciones y radiodifusión, pero sobre todo el haz de leyes que se modificaron para llevar al país a una nueva era en materia energética, sellada por la codicia y la depredación, hemos escuchado dos discursos. El gobierno, el PRI, el PAN de Gustavo Madero, sin el contrapeso de una izquierda real y actuante con un programa, nos dicen que el país se encuentra justamente en el quicio de una puerta que nos llevará a la gran prosperidad, que México va a ser otro y para los mexicanos. Si así fuera, resulta al menos extraño que sus senadores y diputados no hayan ido a sus distritos y a sus estados a una consulta políticamente vinculable y previa. Esa tarea se la dejaron al gobierno, que la realizó no con el pueblo sino con los grandes consorcios trasnacionales que tenían a la Constitución de 1917 en su artículo nodal en la mira, y a casi un siglo de distancia logran revertir las bases de un Estado en el que los intereses de los mexicanos primaran, aunque en lo interior no siempre y con razón se sintiera así.

El gobierno de Peña Nieto, sin duda, ha traicionado a México. Y lo ha hecho con un cinismo superlativo porque cronológicamente los beneficios que según él vendrán para la nación, se empezarán a reflejar a partir del 2018, cuando él esté entregando y seguramente buscando el exilio necesario, como lo hicieron a su tiempo Salinas, Zedillo y Calderón. Fox y Martha al menos se quedaron aquí para acrecentar sus dislates. Esa traición, a mi juicio, se refleja en la honda crisis de aceptación que padece el presidente y que se conoce a profundidad tanto aquí, pero sobre todo, en los principales países a cuyos gobiernos e inversores pretende atraer en un clima no propicio por su incertidumbre, precisamente porque los representantes que no se sabe a quién representan, toman sus decisiones cupularmente y sin la consulta de aceptación que podría legitimar, lo que en mi opinión es ilegitimable, como es disponer de la riqueza nacional. Son cosas que se pagan muy caro. En el pasado, la modernización que llevó autoritariamente Porfirio Díaz con idéntico propósito, cambiando lo que haya que cambiar, produjo el episodio de una revolución sangrienta que prácticamente se prolongó a lo largo de una década y las secuelas que vinieron en las goteras de los años treinta del siglo pasado. El de Peña Nieto es un discurso, el discurso almibarado, el de los persuasores a sueldo. Pero hay otro.

Recientemente cuatro instituciones (Fundación Konrad Adenauer, Colegio de México, Polilat y COPARMEX) han dado una visión de un país diferente. La seriedad la pone, a mi juicio, centralmente el Colegio de México. Camina por una senda distinta y aún encontrada. Ahí localizamos un retrato, o si usted quiere, un espejo, en el que no reconocemos las palabras de quienes detentan el poder. Que puede haber otras versiones, es cierto; que lo que vamos a ver no es absolutamente la verdad, también; y hay que decir que tampoco nos presentaron esto que analizaremos como una especie de palabra sagrada e inmutable. Veamos.

Vamos a dar un vistazo al país y pondremos el acento en lo que tenga que ver con Chihuahua, donde estarán centralmente nuestros lectores. Cabe aclarar, de inicio, que la metodología que aquellos organismos siguieron para construir el Índice de Desarrollo Democrático (IDD 2013) es una valoración que va de 0 a 10,000 puntos para cada una de las variables estadísticas. Y así las cosas, tenemos que ninguna de las entidades de la federación se despega como para convertirla en un emblema alternativo, digamos el Distrito Federal, gobernado por el PRD ininterrumpidamente desde 1997. De acuerdo al estudio reseñado, los notorios problemas que algunas entidades presentan en cuanto al libre ejercicio de derechos y libertades, se evidencian en el comportamiento promedio de la Democracia de los Ciudadanos (Dimensión de Derechos políticos y libertades civiles), que nuevamente este año empeora con una caída fuerte, esta vez en un 24 por ciento respecto del año anterior. (Si las cosas siguen así, cabe preguntarse si al final del sexenio estaremos en una dictadura). Además, ese promedio continúa todavía en un nivel superior al obtenido por el conjunto de 32 entidades federativas en la dimensión que mide la Democracia de las Instituciones (Dimensión de Calidad institucional y eficiencia política), repitiendo el comportamiento de 2011 y 2012 que ponen en evidencia los enormes déficits en el funcionamiento de las instituciones y del sistema político en buena parte de los estados.

En la Dimensión del Ejercicio de poder efectivo para gobernar, las dos subdimensiones que la conforman –Democracia Social y Democracia Económica, o sea respectivamente la capacidad para generar políticas que aseguren bienestar y capacidad para generar políticas que aseguren eficiencia económica–, presentan comportamientos disímiles. La Subdimensión Social alcanza un promedio inferior al logrado el año anterior, mientras que la Subdimensión Económica presenta un rendimiento muy superior al de 2012. Otro hecho que destaca el IDD 2013 es la variación de posiciones entre entidades año tras año, lo que estaría indicando también que ningún estado destaca por políticas continuadas de Alto desarrollo democrático. Sólo Baja California Sur y el Distrito Federal han mantenido algún nivel de homogeneidad en las cuatro mediciones realizadas, entre las entidades de mejor desempeño.

El estudio comentado tiene cuatro rubros: Alto desarrollo democrático (Yucatán, Baja California Sur, Coahuila, Distrito Federal y Guanajuato integran este conjunto de cinco estados y representa casi un 16 por ciento del total en el país –menos de la quinta parte del país–, y tengo para mí, además, que esto no es un elogio).

En el Desarrollo democrático medio se suman 12 entidades, con el déficit de seis menos que en 2012 y representan más de 37 por ciento del total analizado, y se ubican en un puntaje que va de los 6,762 puntos logrados por Colima, a los 4,816 obtenidos por Aguascalientes.

El otro rubro, el de Bajo desarrollo democrático, está formado por 9 estados (San Luis Potosí, Tabasco, Veracruz, Sonora, Quintana Roo, Zacatecas, Chiapas, Sinaloa y Michoacán) y en el inframundo de este estudio, de Mínimo Desarrollo Democrático, encontramos seis entidades, entre las que está la tierra donde el poder es para poder, al que algunos llaman Duartelandia, el México peñanietista, Durango, los estados de amplia coalición pan-perredista, Puebla y Guerrero, y uno de los epicentros de la guerra contra el narco, Tamaulipas. Por lo que se ve, el cielo no bendice a Chihuahua.

En el estudio ninguna entidad federativa destaca por un comportamiento bueno y parejo. Por ejemplo, Yucatán, Baja California Sur y Coahuila se separan del conjunto, alcanzando valores por encima de los 8,000 puntos, ya que los estados que se colocan por debajo del promedio son 19, más del 50 por ciento.

Este año, el lote de estados de Alto desarrollo democrático es menor al de 2012 y cinco entidades forman parte de él, perdiendo dos integrantes del total del año anterior. Tendencia muy drástica de llegar a consolidarse. En resumen, los estados que componen el grupo de menor desarrollo son, en ese orden: México, Durango, Chihuahua, Puebla, Guerrero y Tamaulipas.

A la vuelta de un “año termómetro” para Chihuahua (2015), debido las elecciones federales que se avecinan, el gobierno del estado intenta revertir cuatro años de malas decisiones para la salud democrática de la entidad. La deshonra a que ha llevado César Duarte a la administración pública de Chihuahua se ve reflejada en el estudio: se coloca en 30 lugar del ranking y “continúa entre los estados en su peor desempeño democrático del país como consecuencia del clima de violencia que afecta derechos, libertades y calidad institucional. Se ubica en el penúltimo escalón en el ranking nacional de derechos y libertades y “mejora” en el de desempeño institucional, ubicándose en el 18 lugar, algo que se podría presumir con el humor negro de los argentinos cuando se jactan de que en la guerra de las Malvinas, para ellos la primera mundial en la que habían participado, no les había ido tan mal, pues habían quedado en segundo lugar. Chihuahua está incluso por debajo del promedio nacional en desarrollo social (21 lugar) y cae su desempeño económico a la posición 18.

En la circunstancia en la que apareció el texto que venimos comentando, el INEGI –una institución pública y autónoma– nos vino a dar un retrato escalofriante: los homicidios violentos disminuyeron 12 por ciento en 2013 respecto del año anterior, en suma se cometieron 22 mil 732 delitos de ese corte, una cifra de la que Chihuahua participa en un deshonroso tercer lugar, apenas por debajo del Estado de México y Guerrero. Según este instituto, en Chihuahua se registraron 2 mil 141 homicidios. Pero esas cifras han sido suficientes para que Peña Nieto, en sus giras, y el duartismo, en Chihuahua, pregonen que “vamos por la ruta correcta”. Tiene pertinencia la pregunta que formuló Lec en uno de sus Pensamientos despeinados: ¿Hasta cuántos muertos cabe equivocarse?

Con el desencanto por la política y las instituciones que ha permeado en la sociedad, qué futuro se le puede augurar a un país cuya tendencia en cuanto a desarrollo democrático se identifica de manera negativa desde 2011 y cuyo promedio general en 2013 empeoró un 10% respecto a su año precedente. Esta interrogante tiene que ver con la enorme pérdida de confianza que se abate sobre los partidos que sólo por un eufemismo se estiman de oposición, y cuando el régimen de partido políticos se deteriora en los índices que observamos, las noticias no pueden ser buenas, ni para el país, ni para la democracia, ni para los anhelados índices de bienestar que no lograrán paliarse con cruzadas clientelistas como la que recién se ha emprendido contra el hambre y que más bien se debería llamar “a favor del voto del PRI”. En ese sentido, 2015 está llamado a ser un año crucial.