Ha corrido como reguero de pólvora la comparación que hizo César Duarte del sistema de justicia en Chihuahua con los burdeles que ocupaban el espacio donde se edificó la llamada Ciudad Judicial.
En realidad es una anécdota más de un escándalo político que ya se extiende por casi diez años. De Duarte no extrañan las analogías políticas que haga. Obedecen tanto a su formación como a su deformación, y en los círculos que ha hecho su vida, incluido en esto la prisión de Aquiles Serdán.
Él no habla, y son obvias las razones, de su propia historia de cuando llevó a la magistratura a algunas de sus pupilas y pupilos (oxigenadores les llamaron) del tipo de Luis Villegas Montes, Gabriel Sepúlveda, Jorge Abraham Ramírez, José Alfredo Fierro Beltrán, Eduardo Filiberto Terrazas Padilla, entre otros.
Lo único cierto es que Duarte sí sabe de lenocinios judiciales, los puede describir con exactitud. Lo único que no logra es obtener la piedad social en su favor.