Ahora las promesas se llaman promisión. Es importante estar atentos del lenguaje del engaño de Enrique Peña Nieto, Osorio Chong y hasta de la cuchara de Duarte en la llamada Nueva Estrategia contra el Secuestro. Dos cosas llaman la atención al observar los puntos dados a conocer el día de ayer: no hay uno solo que no haya sido declarado como propósito esencial a lo largo de los últimos años y que haya sido anunciado de manera cosmética para aparentar que se trabaja en el delicado asunto. Se dice que este delito va a la baja, pero de todas maneras se anuncia toda una estrategia que en sí misma hablaría de todo lo contrario, lo que es válido conjeturar porque ni siquiera las cifras existentes son confiables; aun siéndolo no representarían el 100 por ciento de los casos por la sencilla razón de que muchos optan por no enterar al Estado o simplemente por pedirle su abstención aún en la estadística.
La otra, no menos importante es la muy mala –ahora sí estrategia– de anunciar lo que se va a hacer, advirtiendo hasta de detalles a los que se dedican a la industria del secuestro. En lugar de actuar con discreción y sigilo, le dan máximo lustre a los reiterados actos inaugurales en lugar de que los hechos vayan hablando por sí mismos, con resultados, no con presidiums mediáticos en donde se nos dice a todos que, “ahora sí”, habrá labores de inteligencia. En realidad nunca una empresa de esta naturaleza ha alcanzado sus metas, como en la guerra, advirtiendo al adversario de cómo se va a accionar. Imagine usted a cualquier gran general, por ejemplo Álvaro Obregón, en una conferencia de prensa hablando de las ventajas que le deban los grandes llanos para combatir a los ejércitos villistas acostumbrados a dar la guerra con la fortaleza de una caballería que ya había pasado a la historia. Pero ahora no es una promesa sino una promisión. Tan cínicos son que creen que con palabras van a engañar. Por lo pronto, Chihuahua nada tiene qué presumir, la violencia crece y sigue, pero para estos gobernantes la estadística es un juego puesto al servicio del engaño. Tan falso resulta esto como el abrazo entre Jesús Murillo Karam y la señora Wallace.
Tanto va el cántaro al agua
O mejor dicho, tanto cierra la puerta el palacio de gobierno de Chihuahua que un día, efectivamente, la van a quemar los indignados con lo que sucede acá, en particular con los productores del campo que siguen padeciendo diversas actas de defunción que iniciaron con un TLC que los fulminó y con todo tipo de desatinos, en este gobierno que presume su extracción campesina. De la CNC, pues. Ayer, ante la política de puertas cerradas, un ciudadano optó por encender una llama simbólica; es obvio que no había la pretensión de provocar un incendio. Pero con todo y todo, el recuerdo del defenestrado Juan José de los Reyes Martínez Amaro, mejor conocido como El Pípila, y que por cierto el presidente Zedillo sacó de la historia, se puede hacer presente y entonces sí, de tanto ir al pozo, el cantarito se va a quebrar, sin agua pero con gasolina.